La prensa de la época difundió la enigmática noticia: un individuo había sido mortalmente herido en un apartamento de alquiler de La Habana. Nadie presenció el hecho, ni conocía a la víctima ni vio al agresor.
La autopsia encontró incrustada en la columna del occiso un proyectil, mas el escenario del crimen estaba en perfecto orden, y solo la búsqueda minuciosa de los investigadores logró descubrir tras un cuadro colgado en la pared, un casquillo de bala, la única prueba de convicción.
Un cadáver sin identificar, un plomo y un casquillo constituían la tríada del misterio.
He ahí uno de los casos en el que se vio involucrado el Doctor Israel Castellanos, Director del Gabinete de Identificación y Director Técnico del Buró de Homicidios, conocido por su esclarecimiento del famoso caso de La Descuartizada.
La publicación a que hacemos referencia del individuo asesinado en su apartamento, data de febrero de 1838 y el caso no quedó impune, a pesar de que el arma no aparecía registrada en Cuba. La ciencia, escribió Castellanos, rasgó el misterio e iluminó la senda de la Justicia. El arma había sido utilizada para matar en el barrio de Harlem, en Nueva York; a La Habana habían llegado la víctima y su asesino, y este fue detenido cuando había separado pasaje para Puerto Rico.
Viene a colación este ejemplo, a propósito de la celebración en la capital cubana del Simposio de la Técnica Criminalística, donde participan investigadores y forenses de una veintena de países.
De los aportes de Castellanos a la criminología no se ha hablado lo suficiente. Este habanero nacido el 24 de noviembre de 1891, desde su juventud se sintió “hechizado”, según sus propias palabras, por la antropología y la criminología.
Un dato curioso: sus estudios que relacionaban la odontología con la criminalística fueron reproducidos en una revista especializada en Madrid, y despertaron tanta atención que los interesados quisieron averiguar quién era el dentista habanero que había escrito sobre el tema. Pero fue infructuosa la indagación sobre el dentista o el médico, porque para esa fecha Castellanos no se había graduado de nada, era solamente un ferviente autodidacta. Sin embargo fue uno de los más apasionados defensores de la importancia de la Odontología en los trabajos de identificación y llegó a ser miembro de Honor de la Sociedad de Estudios Odonto Legales de Cuba.
Se graduó de Medicina en la Universidad de La Habana, que le expidió el título el 27 de octubre de 1923. El sabio Fernando Ortiz, de reconocidos aportes a la criminología, había opinado sobre el Atlas de la especialidad publicado por Castellanos en 1915: “El autor es un joven fervoroso y entusiasta, cultivador de la Antropolopogía Criminal y promete ser figura de relieve en nuestra literatura sociológica.”
Una demostración de la valía de Castellanos es el hecho de que antes de haber concluido estudios fue nombrado Profesor Correspondiente del Instituto Español de Criminología de Madrid, en 1915, elegido por la Universidad Central de Madrid como Profesor Honorario de Medicina Legal y fue merecedor de diversos premios, por sus trabajos, en Cuba y el extranjero.
Publicó más de mil estudios en su país y en otras naciones y muchos casos criminales célebres en Cuba fueron resueltos o tratados científicamente por él.
Mucho más podría decirse de quien fue denominado con justicia el Mago de la Identificación. Leer en la prensa de la época sobre los misterios que ayudó a develar, demuestra que entonces, al igual que hoy, la ciencia es el arma más poderosa en manos de los criminalistas.