Dos cartas aportando datos recogen su historia. A mediados de julio del 2014, mientras calaban el corral para un pez de la familia del jurel, como parte del comienzo de la corrida, sufrió un accidente durante la inmersión que le provocó una enfermedad descompresiva.
Reinier considera que su centro es responsable en buena medida de la tragedia por “la escasa preparación profesional para desempeñar este peligroso trabajo, las pésimas condiciones del equipo de buceo, la mala alimentación de los buzos”, y otros factores que no detalla, pero señala su existencia.
Además, plantea la falta de atención y apoyo de la empresa y no es poca su amargura, porque ha reclamado a varios organismos, entre ellos la CTC municipal, y no ha obtenido ni siquiera respuestas. “Creo que dentro de Nuevitas no me queda a nadie por ver, por eso me dirigí a ustedes”, afirma.
Explica que como consecuencia del hecho estuvo parapléjico un tiempo y sufrió efectos secundarios, debido a ello lo ingresaron en el Hospital Militar de Santiago de Cuba en tres ocasiones, por más de una semana cada vez.
Quedó con daños neurológicos y en la médula, por lo tanto no pudo regresar a su puesto laboral. En su misiva explica que sus secuelas son de carácter permanente y la fuerte medicación lo mantiene adormecido.
Después de seis meses de certificado médico fue evaluado por la comisión de peritaje y aunque todavía se sometía a exámenes clínicos, le propusieron dos plazas: estibador o custodio. Aceptó esta última ubicación sin imaginar que sería a un kilómetro de su casa. Solo resistió caminarlos durante tres días. Terminó con tratamiento y de baja laboral desde entonces.
Otro asunto que le aqueja son las irregularidades con el pago de su certificado. En el primer mes le abonaron una cifra razonable, pero de ahí en adelante fue descendiendo por motivos que no comprende.
El lector siente que lo están presionando para que pida la baja. Sus cartas las recibimos en agosto pasado y en ellas recalca que “cada vez que preguntaba faltaban o sobraban días a los certificados médicos, hasta que dejé de indagar”.
Cuenta que el segundo mes en que fue a cobrarlo, la jurídica de la empresa le dijo que “ellos no tenían conocimiento de ese accidente laboral y que yo debía pedir mis nóminas y sacar no sé qué cuenta, en fin ella no podía hacer nada y yo no sé nada de Contabilidad”. En resumen, “el último mes cobré 118 pesos”, plantea.
Historia repetida
Según escribió el remitente, junto con él se accidentó otro compañero, aunque su afectación fue leve y pudo reincorporarse, mas actualmente está hospitalizado en Santiago de Cuba por una recaída.
Uno de los aspectos más alarmantes de su queja es que hasta el momento de los sucesos descritos ellos aparecían como pescadores en el convenio especial de trabajo, después los nominaron como buzos y les entregaron los carnés acreditativos “para eludir responsabilidad”, subraya.
Antes, los pocos que estaban evaluados eran aptos para bajar unos 20 metros, pero la empresa ya no existe y por lo tanto ese documento no valida, aunque lo preocupante es que los buzos tienen que triplicar esa profundidad, enfatiza.
Por la gravedad de los hechos, Buzón abierto indagó con varios funcionarios respecto a si conocían del caso. Jorge Luis Fajardo, miembro del Secretariado del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria Alimentaria y la Pesca (Sintiap), que atiende asuntos laborales y sociales, informó que en la CTC de Camagüey no tenían información y tampoco en Episur, mas en la UEB de Nuevitas le comunicaron que la Fiscalía municipal había dado respuesta a una queja interpuesta por Reinier.
Raiza Sánchez Villegas, secretaria general del buró del Sintiap en esa localidad agramontina, afirma que conoce del caso del joven de 31 años, quien concluye su queja afirmando: “Los trabajadores estamos poniendo la vida en juego. ¿Hasta cuándo tienen que seguir pasando estas cosas?”
El caso merece seguimiento. Los integrantes del Secretariado Nacional de Trabajadores de la Industria Alimentaria y la Pesca están conscientes de ello.