En tiempo récord, mil 100 médicos cubanos, con sus mochilas cargadas de recursos vitales, se prepararon para partir inmediatamente en ayuda a los damnificados del huracán Katrina que azotó Estados Unidos en agosto del 2005.
Tan pronto se supo la tragedia, Cuba comunicó por vía diplomática su disposición de brindar ayuda a las víctimas; sin embargo, en conferencia de prensa el vocero del Departamento de Estado no nos mencionó entre las naciones que se habían ofrecido a colaborar, y cuando el Comandante en Jefe reiteró públicamente el ofrecimiento, el Gobierno de George Bush no dio respuesta.
Aquel grupo inicial de trabajadores de la Salud fue engrosándose hasta convertirse en el Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastre y Graves Epidemias Henry Reeve, constituido oficialmente el 19 de septiembre de ese año.
El Contingente se vio privado de prestar ayuda a las víctimas del Katrina; no obstante, ha hecho honor, con su ejemplar ejecutoria, al joven estadounidense que le dio nombre, quien conquistó en la lucha por la independencia de Cuba los grados de general de brigada y cayó en combate con solo 26 años.
A la primera misión del Henry Reeve, destinada a paliar los devastadores efectos de la tormenta Stan en Guatemala, le siguieron otras como la ayuda a las víctimas del intenso terremoto ocurrido en la región de Cachemira, en Pakistán, del movimiento telúrico en la Isla de Java, en Indonesia, de las grandes inundaciones en Bolivia, de los temblores de tierra que sacudieron a Perú, China, Haití y Nepal; el enfrentamiento a la epidemia del ébola en África Occidental, y más recientemente la ayuda a los afectados por la tormenta tropical Erika en Dominica.
Sus batallas en favor de la vida que le han ganado el amor y el reconocimiento de millones de personas en el mundo, bien merecen la candidatura al Premio Nobel de la Paz propuesta por la Conferencia anual de sindicalistas noruegos, y sería un acto de justicia su otorgamiento, como lo han recibido no solo personas, sino organizaciones, a lo largo de la historia de esta alta distinción.
El Contingente ha dado continuidad a la tradición solidaria que en el campo de la salud ha desplegado nuestro país desde fecha tan temprana como los inicios de la década de los 60 en que acudimos en ayuda de los pueblos de Chile y Argelia. Estos primeros gestos de un país que todavía no había podido recuperarse de la emigración de la mitad de los médicos existentes al triunfo revolucionario, eran posible por la disposición permanente de compartir nuestros limitados recursos con los más necesitados.
Desde entonces el aporte de nuestro pequeño país es impresionante: datos recientes indican que 325 mil trabajadores de la Salud han cumplido 580 mil misiones internacionalistas. Hoy prestan servicio en 68 países.
Al referirse a la magnitud de nuestra colaboración, el Comandante en Jefe expresó que “el desarrollo de las inteligencias y las conciencias de nuestros compatriotas, gracias a la Revolución, nos permiten no solo cooperar con los pueblos que más lo necesitan sin costo alguno, sino también exportar servicios especializados, incluidos los de la salud, a países con más recursos que nuestra patria. En ese terreno, enfatizó, Estados Unidos no podrá competir jamás con Cuba (…) En pocas palabras: ¡La hormiga pudo más que el elefante!”
Eran de esperar los intentos de sabotear el prestigio ganado en este campo por la mayor de las Antillas. El mismo presidente estadounidense que impidió la ayuda cubana a su pueblo, creó en el 2006 el Cuban Medical Professional Parole Program, destinado a apartar a nuestros galenos del cumplimiento de sus misiones en el exterior, con ofertas de un ejercicio profesional más lucrativo y exitoso. Los engañados por esos cantos de sirena tienen hoy la posibilidad de reintegrarse al sistema cubano de Salud.
Es cierto que entre las motivaciones para sumarse a las misiones médicas está la obtención de mejoras económicas, lo que es legítimo, aunque ningún dinero del mundo paga su abnegado desempeño en los apartados parajes adonde nunca acudió un profesional de la Salud, y el humanismo con que atienden a sus pacientes, tan ajeno a la práctica de la medicina mercantilizada.
La normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos también pasa por la eliminación de ese programa que atenta contra la Salud pública cubana y su contribución al bienestar de otros pueblos. Tal vez se abrirían las puertas de la cooperación en este terreno y ¿por qué no? Henry Reeve podría volver a pisar su suelo, personificado en nuestros hombres y mujeres de batas blancas.