Pedro Jesús Orta Junco
Por razones de trabajo me trasladaba junto con mi esposa por la localidad marina de Cojímar cuando sorpresivamente nos encontramos con Yoanka González Pérez, la muchacha de Maguaraya Arriba, la ídolo de Cifuentes, una de las máximas exponentes del ciclismo cubano de todos los tiempos.
Esta mujer inauguró el medallero cubano en campeonatos mundiales de este deporte, luego se convirtió en la primera campeona del mundo y como si fuera poco alcanzó la gloria olímpica regalándonos aquella plata en esa memorable carrera por puntos en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, la primera y única obtenida por nuestro ciclismo en estas lides.
La saludamos con alegría y ella con la hospitalidad, humildad y sencillez que la caracteriza nos invitó a pasar a su casa. Después de conocer a su linda niña Yaineh, conversamos de ciclismo, de su actuación en campeonatos y copas del mundo, en Juegos Panamericanos y Centroamericanos, en los Juegos Olímpicos de Atenas donde no le fue bien.
Al hablarnos de sus medallas aclaró que cada una, desde la primera hasta la última, tiene un lugar especial, pues todas han sido muy luchadas ante contrarias que nos aventajan en condiciones materiales. “He tenido casi siempre que imponerme con lo que nos enseñó Raúl: sí se puede”. Y así seguimos rodando hasta llegar a su actuación en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008.
¿Cómo te preparaste para esa la competencia?
Realicé una preparación excelente, física y psicológicamente. Estaba muy bien y me encontraba en la mejor forma deportiva; además conocía muy bien a las rivales con que iba a competir.
¿Cómo te fue en la carrera?
Antes de comenzar le dije al entrenador que me dejara concentrarme. Ideé un plan táctico para desarrollarlo en la competencia, que consta de 100 vueltas y 10 sprints, es decir uno cada 10 vueltas.
La carrera fue muy fuerte desde el principio. Mi plan táctico era de ganar sprints intermedios para irme recuperando, pero a veces las cosas no salen como se planifican y se produjeron escapadas en las que tuve que trabajar muy fuerte. Así y todo las cosas me salieron bien porque de los 10 gané cuatro y en dos obtuve puntos para un total de 18, válidos para la plata.
Cuando atacó la holandesa Marian Voss, a la postre ganadora, traté de salir a cogerla y le llegué, pero atacó de nuevo y nadie quiso trabajar para darle caza. Tuve la impresión de que las europeas se pusieron de acuerdo para dejarla que se fuera.
La española Leire Alabaría, que obtuvo bronce, en ningún momento intentó salir. Ante esa situación me dediqué a impedir que otra atleta se escapara, a cuidarme de una caída y tratar de marcar puntos en todos los sprints.
Salí con todo al último sprint, el cual gané para ratificar la plata. Sí te puedo decir, que si esa holandesa no se hubiera escapado el oro era mío porque ninguna de ellas me ganaba ese día un sprint.
Ese lunes 18 de agosto del 2008 la familia ciclística cubana esperaba ansiosa la carrera, porque teníamos la certeza de que ibas a darnos la primera medalla olímpica.
La idea siempre fue eso, aunque todavía no me lo creo. Es lo más grande que me ha pasado en el deporte. Sé que había muchas personas esperando ese resultado y me siento contenta y orgullosa porque a todos los que confiaron no los hice quedar mal. Esa medalla se la dediqué a mi pueblo, a mi familia y a toda la familia ciclística de Cuba que tanto la esperó.
Hay una anécdota con José Ramón Fernández, el presidente del Comité Olímpico Cubano.
Él siempre ha seguido el ciclismo. Habló conmigo en varias ocasiones y manifestó su deseo de que nuestro deporte alcanzara una medalla olímpica. Después de la competencia supe que en una reunión realizada por la dirección de la delegación, previa al desarrollo de los eventos, al compañero Fernández le sugirieron ir a ver la final del boxeo, donde Cuba tenía posibilidades de obtener varios oros y le dijo a Christian Jiménez, entonces presidente del INDER: “Voy a donde ustedes quieran, pero primero voy a ver la carrera de Yoanka”.
Imagínate cual sería la sorpresa cuando lo vi bajar a la pista, una personalidad como él, con esa sencillez y alegría. Me abrazó y felicitó. Solo me dijo: “Corriste muy bien”. Me sentí muy contenta y agradecida porque él prefirió ir a verme correr en lugar de ir a otro deporte. Nunca se lo dije, pero él estaba seguro de que ese día iba a ver la primera medalla olímpica del ciclismo cubano y no lo hice quedar mal.
Al despedirnos de Yoanka, sin duda la deportista que más nos ha impresionado por sus resultados, su arrojo, amor al deporte, y que se ganó el respeto y la admiración del pueblo al que nunca ha defraudado, le manifestamos que todas nuestras familias disfrutamos la carrera y vibramos de emoción y alegría al ver realizado el sueño de tener la presea que nos faltaba.
Al pasar por el velódromo, le comenté a mi esposa: aquel día, cuando premiaban a Yoanka pensé en Paseiro y Pipián, los padres del ciclismo cubano, y me dije: donde quiera que estén, también se sentirán orgullosos de esa medalla.