Habanarte 2015 ya es historia. Hacer una valoración final resulta complicado: estamos ante un festival múltiple, de disímiles centros, de confluencias y paralelismos, de amplio espectro conceptual… El mayor éxito sería que todas las propuestas se integraran armónicamente, de manera que tributaran a un impulso abarcador. Pero eso, por el momento, no se ha logrado del todo. El espectador asiste a espectáculos, conciertos y exposiciones por el atractivo y la contundencia de cada opción, sin conciencia de que forman parte de la programación de una cita multicultural. Y no basta todo el énfasis promocional para que la marca pegue.
Tiempo al tiempo, esto está comenzando. Algunos piden un trabajo curatorial más específico, que honre jerarquías y defina líneas temáticas entre las diversas manifestaciones. Los organizadores apuestan por mostrar una gran vitrina de expresiones artísticas y literarias, que complazcan al público nacional y que además seduzcan al turismo extranjero. La pretensión está clara: La Habana tiene potencial para ser uno de los principales polos del turismo cultural en la región: Cuba no es solo playa, sol y arena.
El camino debe estar entre las dos variantes. O sea: seguir apostando por la programación múltiple, pero definiendo mejor el eje de la convocatoria. Y quizás el circuito de las presentaciones. Da la impresión de que se trata de abarcar tanto, que comienzan a desdibujarse los límites.
La calle Línea, por ejemplo, parece ideal para este empeño. Es la arteria de los teatros y también cuenta con centros culturales, galerías de arte, librerías…
Por otra parte, a Habanarte le hace falta equilibrar las propuestas de las disímiles manifestaciones. Este año, por ejemplo, hubo una importante representación de la danza (varias compañías ofrecieron temporadas), hubo conciertos y exposiciones… pero se extrañó una programación fílmica especialmente concebida para el encuentro.
Y ojo: a la hora de consolidar una identidad propia, no ayuda mucho insertar dentro de la cita otros eventos que sí tienen presupuestos arraigados, como la Feria Arte en la Rampa o la Expoventa de Arte Contemporáneo Post-It. Mucho mejor sería —insistimos— ofrecer un panorama más concentrado, de primerísimo nivel, que transcurra junto a las demás opciones culturales de la ciudad, las habituales, las de todos los días.
Y eso no significa, necesariamente, que haya que destinar grandes cantidades de recursos, porque se aprovecharían —como se hace hasta ahora— los esquemas y presupuestos de las instituciones participantes.
Algo sí está claro: La Habana se merece un festival múltiple, como los que ya tienen Santiago de Cuba y Holguín. Esperemos que la iniciativa ahonde raíces y llame la atención de los visitantes extranjeros. Porque el público cubano, si la programación es buena, ya está garantizado.