No era ese el primer encontronazo entre ambos, pues anteriormente, cuando el mismo militar le manifestó que se acababa la huelga o él se cambiaba el nombre, Varona le respondió: “Vaya cambiándose el nombre, teniente, porque la huelga no se va a acabar”.
El valiente líder sindical de los ferroviarios, nacido el 11 de abril de 1888, en Consolación del Norte, en la provincia de Pinar del Río, se dedicó al cultivo del tabaco, labor que se vio obligado a abandonar como consecuencia de los bajos precios pagados por la preciada hoja. En 1913, tras vender su vega en San Juan y Martínez, en la propia provincia, con su esposa e hijas se estableció como aparcero en Santa Clara y cuatro años después se trasladó a Morón, entonces perteneciente a la provincia de Camagüey y en la actualidad a la de Ciego de Ávila.
Sindicalista de corazón
En su nuevo destino, Enrique Varona se empleó como mecánico en el central Patria, y poco después pasó a los talleres del Ferrocarril del Norte, donde se hizo maquinista. Empeñaba su corazón en la constante defensa de los derechos de los trabajadores, de ahí que en 1922 sus compañeros lo eligieran presidente del Sindicato Ferroviario La Unión, el cual bajo su conducción devino paradigma del movimiento obrero cubano.
Abanderado de la unidad proletaria, propició la realización de acciones conjuntas con los estibadores y ferroviarios de Cienfuegos y algunas zonas de la provincia de Oriente; y se destacó en la organización de los sindicatos en los centrales azucareros de la región camagüeyana, así como en la conducción de las huelgas protagonizadas por los trabajadores de la primera industria de la nación. Además, trabajó en estrecha coordinación con Alfredo López, secretario general de la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC) y con la Federación Obrera de La Habana (FOH). Su ascendencia en los trabajadores alcanzó tal magnitud, que el 28 de mayo de 1924 alrededor de 12 mil 500 obreros ferroviarios se lanzaron a la huelga por aumentos salariales y el reconocimiento de su organización sindical por parte de la patronal. Aunque en esta ocasión la Hermandad Ferroviaria de Cuba —una de las primeras organizaciones obreras unitarias de carácter nacional, creada en Camagüey, el 2 de febrero de 1924— se negó a dar un carácter combativo a la masiva acción, Varona respondió buscando la unidad entre los obreros de los talleres, peones y ayudantes de vías y obras. Cuando la movilización cumplió los 21 días, la compañía, sin otra alternativa, satisfizo las demandas.
Crimen en la vía pública
Por su derecho a organizarse sindicalmente, en agosto de 1925 los trabajadores de los centrales de la Cuban Cane Sugar Corporation se lanzaron a la huelga, conducidos por el tenaz dirigente sindical que incomodaba a los propietarios de la compañía azucarera yanqui, quienes en contubernio con el tirano Machado decidieron eliminarlo físicamente.
El asesinato ocurrió el 19 de septiembre de ese año, en Morón, cuatro días después de que Varona González quedara en libertad tras ser encarcelado en ocasión de la referida huelga. Lo mataron en plena calle, en presencia de sus hijas y esposa. Conmovido por el crimen, Julio Antonio Mella, quien apenas un mes antes había participado en la fundación del Partido Comunista de Cuba, escribió sentidas palabras en reconocimiento a su quehacer en la conducción de las huelgas de los centrales azucareros. Lo calificó como una esperanza para el proletariado ávido de nuevas conquistas, y profetizó: “Cuando pasen los años y el proletariado destruya las tiranías sociales, tú habrás sido también un precursor”.