Cuando el 4 de septiembre de 1945 Fidel Alejandro Castro Ruz llegó a la Escuela de Derecho de la Universidad de La Habana, en esta reinaba el batallar de dos fuerzas contrapuestas: una, la del estudiantado, heredero del glorioso legado de Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena y otras destacadas figuras del movimiento estudiantil, y la otra, los elementos gansteriles y reaccionarios que, valiéndose oportunistamente de la Federación de Estudiantes Universitarios (Feu), hacían lo indecible por ascender a puestos en instituciones políticas, económicas y sociales, e incluso militares.
Acerca de aquel bachiller en letras, en el anuario correspondiente a la graduación de 1945, los padres jesuitas del Colegio de Belén, consignaron una premonición que el tiempo se encargó de confirmar:
“Fidel Castro (1942-1945). Se distinguió en todas las asignaturas relacionadas con las letras. Excelencia y congregante, fue un verdadero atleta… Ha sabido ganarse la admiración y el cariño de todos. Cursará la carrera de Derecho y no dudamos que llenará con páginas brillantes el libro de su vida. Fidel tiene madera y no le faltará el artista”.
Su matrícula en la institución presidida por el Alma Máter quedó oficializada el 27 de ese mes, y no obstante contar con tan solo 19 años de edad, Fidel se percató de inmediato de lo que allí acontecía. Sus apreciaciones sobre aquella situación y la necesidad de cambiarla, las contó al periodista y escritor Ignacio Ramonet, quien las reflejó en su libro Cien horas con Fidel:
“Desde que ingreso, el primer año, observé un ambiente de fuerza, de temor y de armas. Había una política universitaria totalmente contro lada por grupos aliados al poder. Era un baluarte en manos del gobierno corrompido”.
¡A la batalla!
No tardó en iniciarse como dirigente de la Feu, pues rápidamente sus nuevos condiscípulos lo eligieron delegado de asignatura y de primer año, y al curso siguiente como presidente de la escuela. En ese período se opuso tenazmente a la elección del favorito del Gobierno de Ramón Grau San Martín para presidir la organización estudiantil, lo cual le valió que las pandillas de gánsteres trataran de impedirle el acceso al recinto universitario, pero no lo lograron porque contó con el apoyo y protección de sus compañeros.
Durante su paso por el centro de altos estudios adquirió las experiencias que le permitieron una mejor comprensión de las particularidades de la política nacional, y se formó ideológicamente con la lectura de las obras de los clásicos del marxismo. También estrechó relaciones con la Juventud Socialista, organización juvenil del Partido Socialista Popular, aunque nunca se afilió a este.
Fue el inicio de un quehacer político que se iría intensificando hasta posteriormente convertirlo en líder indiscutible del proceso revolucionario que cambió el destino de la nación. Como parte de su actividad política en los predios universitarios, la cual se tornó en extremo peligrosa para su vida, fundó los comités 27 de Noviembre y 30 de Septiembre, en recordación a dos hechos significativos en la historia de estudiantado universitario cubano: el fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina por el régimen colonial español, en 1871, y el asesinato de Rafael Trejo, mortalmente herido durante una manifestación estudiantil contra la tiranía de Gerardo Machado, en 1930.
Asimismo fue principal ejecutor, en noviembre de 1947, del traslado de la campana del ingenio Demajagua —cuyo repique llamó a los cubanos a su primera guerra por la independencia—, de Manzanillo a la Universidad de La Habana, con vistas a impedir su utilización con fines politiqueros por parte del Gobierno de Ramón Grau San Martín, a cuya reelección se opuso porque, dijo, “si es cierto que Machado y Batista mataron a muchos cubanos, Grau ha matado la fe de un pueblo entero”.
En esa época figuró entre los oradores que frente al Palacio Presidencial condenaron el asesinato del estudiante Carlos Martínez Junco, tras llegar hasta allí en combativa manifestación de protesta, cuyo punto de partida fue la escalinata universitaria.
En ese año estuvo entre los que acompañaron a Eduardo Chibás en la fundación del Partido del Pueblo Cubano-Ortodoxo, el cual abogaba por el adecentamiento de la vida pública.
Más allá de la frontera patria
Igualmente en la universidad, comenzó a poner en práctica un sentimiento solidario al participar en la expedición de cayo Confites —organizada para combatir la tiranía de Rafael Leónidas Trujillo, en Santo Domingo—, en 1947, y en la insurrección popular que en Bogotá desató el asesinato del presidente Jorge Eliecer Gaitán, en 1948. También apoyó la descolonización de Puerto Rico, la devolución a Argentina de las islas Malvinas, así como del canal interoceánico a Panamá. Estos, entre otros objetivos, conformaban la agenda de un congreso estudiantil destinado a fundar la Federación de Estudiantes Latinoamericanos, cuyos preparativos contaron con la activa participación de Fidel en representación de la Feu.
Tras el triunfo de la Revolución por él dirigida, esa vocación internacionalista alcanzaría altos niveles con la desinteresada ayuda brindada por Cuba a otros pueblos en sus luchas emancipadoras.
Para compaginar su accionar político con el docente, a partir de 1948 matriculó en la modalidad por la libre, porque “(…) detestaba el tipo de estudiante que no sacaba las asignaturas y no aprobaba los cursos y se quedaba retrasado, relegado, como eterno líder estudiantil. Siendo consecuente con esas convicciones no me matriculé oficialmente y me quedé como estudiante por la libre para sacar las asignaturas que me quedaban de tercer año y las de cuarto año. (…) y no tenía derechos políticos, pero tenía una gran ascendencia entre los estudiantes universitarios por la política de oposición al régimen de Grau”, explicó al periodista colombiano Arturo Alape.
Vencidas y aprobadas brillantemente todas las asignaturas, el 13 de octubre de 1950 recibió los títulos de Doctor en Derecho y de licenciado en Derecho Diplomático y en Derecho Administrativo, pero permaneció en la universidad hasta aprobar tres asignaturas que le restaban para obtener el de Doctor en Ciencias Sociales.
De aquella fructífera etapa de su existencia, refirió en una ocasión:
“En esa universidad, adonde llegué simplemente con espíritu rebelde y algunas ideas elementales de justicia, me hice revolucionario, me hice marxista leninista y adquirí los valores que sostengo y por los cuales he luchado a lo largo de mi vida”.
Acerca del autor
Graduada de Licenciatura en Periodismo, en 1972.
Trabajó en el Centro de Estudios de Historia Militar de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), en el desaparecido periódico Bastión, y como editora en la Casa Editorial Verde Olivo, ambos también de las FAR. Actualmente se desempeña como reportera en el periódico Trabajadores.
Ha publicado varios libros en calidad de autora y otros como coautora.
Especializada en temas de la historia de Cuba y del movimiento sindical cubano.
DONDE SE FORJO EL ACERO MARXISTA, PARA EL SERVICIO DEL PUEBLO Y LOS PUEBLOS DEL MUNDO.
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