Hugo Pons*
Desde el inicio de la gestión empresarial surgió la necesidad imprescindible de fijar los precios y registrar los gastos. Solo de esa manera era posible conocer la utilidad o la pérdida resultante de la gestión en un período determinado. Esto se muestra en las diferentes dimensiones en que se clasifica la actividad económica de las organizaciones y entidades en general.
De aquí que la empresa como sistema se concentre en tres componentes fundamentales: financiación, producción y comercialización, mediante la participación de las personas, el capital y el trabajo, condicionados por una forma jurídica determinada, con el objetivo de producir bienes o servicios capaces de satisfacer necesidades. Existen por tanto, entidades para satisfacer una demanda social y otras cuyo objetivo fundamental es la obtención de lucro, es decir, ganancia.
Las entidades clasificadas como lucrativas, ya sea en la prestación de servicios, la producción y transformación o la comercialización de mercancías, gestionan su actividad con la finalidad de obtener beneficio expresado en utilidades. Entre ellas se encuentran las que se clasifican, según el aporte del capital que las constituye, como estatales, privadas, mixtas, entre otras, y tienen en común que deben compensar sus gastos con sus ingresos lograr utilidades.
Esas empresas se diferencian de las denominadas unidades presupuestadas, cuya gestión se mide por la efectividad del gasto público en cubrir las necesidades directamente sociales y son el principal eslabón en la cadena de actividades de este tipo.
Las organizaciones lucrativas muestran su información económico-financiera en los estados de resultados, que deben permitir la adopción de decisiones adecuadas para garantizar la gestión efectiva de la empresa, que se expresará de acuerdo a la obtención de ganancia o pérdida.
Es decir, como resultado de la relación comparada entre los ingresos y los gastos. Cuando los ingresos superan los gastos, la empresa tiene utilidad. Cuando los gastos superan los ingresos, la empresa tiene pérdida. Esto último tiene un marcado significado en la estabilidad económica y operacional de la empresa. Mientras la utilidad contribuye al aumento del capital de la entidad, la pérdida lo disminuye.
De otra manera, la empresa con pérdida es incapaz de reponer con su gestión los componentes de capital, recursos materiales y humanos que ha consumido en el proceso de producción o servicios para el período determinado. Esto conduce a que requiera de financiamiento para continuar su proceso productivo de servicio en un nuevo período. Esa reiteración lleva a que se convierta en una carga para el presupuesto estatal y compromete los objetivos a cumplir por las entidades presupuestadas en bien de toda la sociedad.
*Doctor en Ciencias Económicas