Dolores Rondón: Un epitafio romántico

Dolores Rondón: Un epitafio romántico

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Por Ernesto Montero Acuña

Con el tiempo la historia de Dolores Rondón se añeja y cada vez son más los camagüeyanos que, al transitar frente a la tarja que rebasa los 135 años, descubren con sensibilidad renovada la historia de la bella mulata que murió de tesis y mereció un epitafio de sabiduría y fidelidad.

No puede dudarse que el joven barbero Agustín de Moya, en pleno romanticismo, haya prodigado requiebros a la mulata que, con impetuosa prestancia y voluptuosidad, transitaba ante el establecimiento donde él desempeñaba su oficio e hilvanaba versos que soñaba cumplir a pesar de los desdenes de la muchacha.

Los camagüeyanos generalmente asienten sobre la veracidad de un hecho que va más allá de la aparente leyenda acerca de la mulata que comienza a yacer en el camposanto, como se identificaba al cementerio de la Plaza del Cristo, bajo un texto singular.

“Aquí Dolores Rondón/finalizó su carrera”, reza el inicio de la lápida, cuya creación se le atribuye al barbero con reconocidas aficiones poéticas, sobre el cual “existe constancia” y cuya vocación literaria se califica como proverbial.

Se dice improvisaba décimas populares y que escribía con el lenguaje culto de la época, por lo que se considera, además, que no debía ser mediocre su talento, pues cultivaba la amistad de relevantes intelectuales de la ciudad.

Desde la más antigua noticia acerca del hecho y de la obra, publicada en una gacetilla del periódico La Luz el 3 de febrero de 1881, a De Moya se le confiere la autoría de aquel texto que se conservaba gracias a la vehemencia popular y a cierta devoción de la autoridad local.

Su barbería La Filomena se encontraba en la entonces calle de Jesús María –hoy Padre Valencia– y era refugio de poetas y trovadores. Esta ubicación ofrece un dato de cierto interés, debido a que otras versiones la han ubicado hacia las calles Hospital u Honda, más próximas al cementerio.

A favor de esto se tiene en cuenta la posible residencia de Dolores en el barrio popular de Hospital entre San Luis Beltrán y Cristo, y su condición de hija natural del comerciante español Vicente Rams –personaje localmente reconocido como de indudable existencia.

Al parecer, por su cuna se ha calificado a Dolores Rondón como un “supuesto” personaje histórico, ya que por hijo natural se asumía al ilegítimo o de padre y madre conocidos, pero no unidos legalmente en matrimonio.

No obstante, es posible establecer las identidades de un virtual progenitor y del presunto poeta enamorado, aunque falten un cadáver con certificado de defunción y una inscripción de nacimiento, ya imposibles de obtener. Esto reafirma como incógnita su existencia real.

Mas, tampoco puede ignorarse la versión local sobre la mulata, hija natural de un hombre acaudalado, bella y orgullosa, que rechaza el amor de un barbero y se casa con un militar español. A ello se añade que luego de varios años, viuda y empobrecida, regresa ella a la ciudad, donde muere durante una epidemia y es destinada a la fosa común.

Como en estas no se identifica a los cadáveres, ni existía inscripción presumible, la historia se ha calificado como relato legendario. Pero su larga existencia en la cultura popular la consolida, en vez de esfumarla.

Son ingredientes que corresponden, en gran medida, al romanticismo cubano, desde 1830 hasta más allá de la presunta muerte de ella, en los albores de la aguda confrontación cubana contra la metrópoli española y reconocerla vendría a constituir un acto de reafirmación de la identidad.

La historia romántica, con las necesarias dosis de amor, muerte, sentimiento puro y apego a la vida, el arte, lo bello… culmina con la frustración mortal como desenlace, otro aporte a la sensibilidad.

De modo que, a pesar de las circunstancias, el texto aparecido sobre la fosa común fue restaurado siempre por alguien y pronto se le memorizó, aunque con el tiempo existan dudas sobre el autor y acerca de los sucesos que lo originaron.

No debe desestimarse la decisión oficial del alcalde local Pedro García Grenot de construir en 1935 un túmulo en el cual se grabara el texto, lo que ha contribuido a perpetuar la historia con carácter legendario y romántico.

El monumento y su cruz se atribuyen, por cierto, a Pascual Rey Calatrava, exquinto en el ejército español antes de pasar a las filas mambisas, de quien se asegura que también le correspondió fabricar el sarcófago para inhumar los restos de José Martí después de su caída en Dos Ríos.

Se considera que la ubicación actual del epitafio no coincide con el sitio donde debió estar originalmente, pues, al construirlo, se lo situó próximo al panteón de las familias Simoni, Agramonte y de otros notables.

“Sus restos están, al parecer, definitivamente perdidos, como corresponde a un personaje de leyenda”, que encarnaba «las tragedias más comunes de la vida cotidiana: la paternidad no reconocida, la belleza corporal como moneda de cambio, el enfrentamiento cotidiano entre amor y pragmatismo y lo cambiante de la fortuna humana”, (1) se asegura.

No debe dudarse, empero, la existencia real del autor de los versos, pues la demuestra el epitafio. Por otro lado, solo puede calificarse a Dolores como un “personaje de leyenda” sobre la base de un registro no establecido y de un cadáver que ya no existe.

Pero en la Dolores Rondón real –y en la legendaria- parecen haber concurrido “grandezas”, “orgullo”, “presunción”, “opulencia” y “poder”, características potenciadas en el epitafio del amante rechazado, aunque rasgos muy posibles en la bella mulata.

La web Puerto Príncipe Cultura asume que “la poesía apareció hacia 1883”, (2)  algo que refleja una contradicción, por dos razones: la primera, porque había transcurrido demasiado tiempo desde el fallecimiento y, la segunda, porque el periódico La Luz la había dado a conocer en 1881.

Asimismo admite que “los historiadores han encontrado la existencia real de una parda, [de nombre] María Dolores Aguilera, hija natural, por lo que también aparece como Dolores Rondón”; que “nació en 1811” y “murió de tisis en 1863, soltera y sin descendencia”, a lo que añade que “fue enterrada de limosna”.

Al respecto, el Sitio Oficial de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey explica (3) que “Hacia 1863, el barbero, quien atendía en el Hospital de Mujeres a las enfermas de una epidemia de viruelas, descubrió allí a Dolores Rondón, moribunda, desfigurada, pobre y olvidada.

Desde luego, concurren fechas contradictorias. Si el fallecimiento ocurrió próximo a 1863 y el epitafio se situó “hacia 1883”, en un lugar u otro, no parece muy certero asegurar que “poco después” haya aparecido una tabla con el epitafio:

Aquí Dolores Rondón/ finalizó su carrera/ ven mortal y considera/ las grandezas cuales son/ el orgullo y presunción/ la opulencia y el poder,/ todo llega a fenecer,/ pues sólo se inmortaliza/ el mal que se economiza/ y el bien que se pueda hacer.

Sea una u otra la temporalidad, no puede ignorarse la historia de la mulata camagüeyana que, luego de haber ignorado los requiebros de un compatriota mestizo, descorrió sus cerrojos ante algún conquistador hispano, y resulta  protagonista de unos versos que trasmiten, perpetuada, la lección ejemplar y postrera de su vida y de su muerte.

Dolores Rondón llega a ser, si se prescinde del contexto geográfico y de circunstancias no esenciales, como otra Cecilia Valdés. (4)  Pero inmortalizada en un epitafio histórico que refleja a las cubanas de su origen como víctimas.

 

(1) Texto publicado en la web de la Oficina del Historiador de la ciudad de Camagüey: http://www.ohcamaguey.cu

(2)Cultura Camagüey: Sitio de la cultura en la ciudad de Camagüey: http://www.camaguey.pprincipe.cult.cu/leyenda-dolores-rondon

(3) Sitio Oficial, Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey: Leyendas del Camagüey,

(http://www.ohcamaguey.cu/index.php/es/lect/tradley/170-leyendas-del-camagueey.html)

(4) Cecilia Valdés: Personaje central de la novela cubana homónima escrita por Cirilo Villaverde (Pinar del Río, 28 de octubre de 1812-Nueva York, 23 de octubre de 1894) y considerada un reflejo histórico sobre la época, aunque es obra de ficción.

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