Astaná.— Con una temperatura fría, pero agradecida para los latinos, en especial los cubanos, y hermosas construcciones que mezclan historia y modernidad, una de las capitales más jóvenes del mundo —desde 1998 centra la vida de Kazajistán, en sustitución de Almaty— acoge del 24 al 30 de agosto el XXXI Campeonato Mundial de Judo.
En el famoso Palacio de Hielo Alau, 729 judocas de 120 países, saldrán en pos no solo de las ansiadas medallas, sino también de los puntos que les permitan mejorar su ubicación en el ranking con vistas a la clasificación olímpica, pues este es el último certamen universal antes de la cita de los cinco aros en Río de Janeiro 2016.
En la antigüedad esta ciudad —tuvo dos nombres más: Akmolá y Tselinograd— fue famosa por sus ferias de productos textiles, pero hoy su despegue económico y modernidad la han convertido en una de las capitales más dinámicas de Asia, con la organización de varios eventos deportivos del más alto nivel en lucha, boxeo, ciclismo, patinaje, hockey sobre hielo, taekwondo y, por supuesto, judo.
Por espacio de siete días, 14 divisiones verán coronarse a nuevos o viejos conocidos, mientras para la fecha conclusiva se ha vuelto a programar la lid por equipos, emotiva, espectacular y muy esperada, la cual puede definir el país ganador del torneo en el último combate.
Japón, Francia, Brasil, Rusia, Georgia, China, Mongolia y Cuba vuelven a salir con las mayores opciones de asaltar los podios y por tanto centrarán las miradas de rivales y especialistas, aunque individualidades de Israel, Colombia, Ucrania, Hungría, Azerbaiyán, Grecia, Portugal, Corea, entre otros, también deben dar brillo al certamen.
Alau significa fuego por estas tierras y su color identificativo es el naranja. Es visible el predominio de esta tonalidad en toda la instalación que servirá de sede a la justa, cuyo diseño se inspira en la naturaleza del país, en tanto no faltan el verde —símbolo de renovación, juventud y primavera— y el azul, que representa la pista de hielo.
Flores sembradas en las principales avenidas, nuevas construcciones que se levantan como señal de desarrollo, un sistema de transporte que parece funcionar a la perfección y muchas instalaciones deportivas dispersas por la ciudad son las primeras impresiones para el visitante que llega por vez primera a Astaná, capital hace solo 17 años de Kazajistán, pero repleta de acontecimientos históricos.
De ippones, wazaris y yukos se habla mucho ya en esta antigua república soviética, a pesar de que lo mejor está por llegar con una promocionada ceremonia inaugural y las siempre inevitables sorpresas que dejan sobre los tatamis un campeonato mundial.