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Con poder de decisión

Doctora Mayda Álvarez, directora del Centro de Estudios de la Mujer. Foto:  José Raúl Rodríguez Robleda
Doctora Mayda Álvarez, directora del Centro de
Estudios de la Mujer. Foto: José Raúl Rodríguez
Robleda

 

Ocupan puestos relevantes; las hay ministras, viceministras, directoras de importantes instituciones. Todas son mujeres directivas que cumplen funciones en actividades de la vida económica y social del país.

A la vez son madres, esposas, amigas, compañeras. ¿Cómo planificar el tiempo, cómo triunfar como dirigentes, dedicarles jornadas a la superación y a la vez estar cuando la familia lo necesita? De todo y eso más se habló en el encuentro de mujeres directivas de primer nivel convocado por la FMC en ocasión de celebrarse el aniversario 55 de su fundación. Y fue significativo conocer cuánto ha hecho la organización femenina como mecanismo nacional para el adelanto de la mujer, reconocida por el Gobierno para estas funciones, en relación con el impulso de estrategias de género en organismos de la administración central del Estado.

Al decir de la doctora Mayda Álvarez, directora del Centro de Estudios de la Mujer, lo primordial está en que la estrategia es participativa, cuenta con las personas que de alguna manera van a realizar estas acciones y hacen un diagnóstico de la institución en la cual se detectan las llamadas brechas de género.

Al abundar sobre el asunto, explicó que se trata de un sistema de acciones para avanzar en el tema de la igualdad de género en instituciones y centros de trabajo. Apuntó que se ha logrado que “la estrategia no solo sea para el empleo y la promoción de mujer a cargos de dirección, sino que tenga en cuenta otros aspectos como el mejoramiento de las condiciones de trabajo de estas y evitar cualquier tipo de discriminación”.

También se pronuncian por contribuir a la conciliación de la vida familiar y el entorno laboral, así como crear condiciones en empresas u organismos para facilitar el cuidado de los hijos o de los adultos mayores de aquellas féminas que lo necesitan.

Ana Teresa Igarza Martínez, directora general de la Oficina de la Zona Especial de Desarrollo Mariel. | foto: José Raúl Rodríguez Robleda

Una misión mayor

Con sencillez, Ana Teresa Igarza Martínez, directora general de la Oficina de la Zona Especial de Desarrollo Mariel, recibe la felicitación de muchas de las presentes, entre ellas, Teresa Amarelle Boué, secretaria general de la FMC. Y es que para las cubanas constituye un orgullo que precisamente sea una mujer quien ocupe hoy esa alta responsabilidad.

Graduada en Licenciatura en Derecho, Ana Teresa agradece su experiencia a las Fuerzas Armadas Revolucionaria —institución en la cual adquirió los conocimientos para su posterior desempeño como cuadro—, y señala que es un honor estar al frente de una labor que tanto impacto tiene en el futuro económico de Cuba.

Sin ambages, afirma que pudo ocupar ese puesto por la preparación que tuvo, así como el apoyo recibido de los jefes, quienes le transmitieron experiencias y la crítica oportuna en determinadas ocasiones.

Pero hay un aspecto que es clave para llevar a cabo su rol: la familia, sin ella, subraya que nada sería posible. Y lo dice porque no es fácil conciliar las tareas de su trabajo y la atención a sus dos niñas, de 11 y nueve años. “Tengo el respaldo de mis padres, Teresita y Ángel; también de mi esposo, y mis hijas, Ana Belén y Yazmín, aunque pequeñas, saben la responsabilidad de su mamá y cooperan en la casa.

“Eso es importante, porque sin una familia, sin ese respaldo, es imposible que la mujer acceda a cargos de dirección, lo cual ha sido una política del Estado, impulsada por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y que el General de Ejército Raúl Castro Ruz sigue estimulando”.

La oficina que rige el programa de desarrollo y negocios de la zona de Mariel cuenta hoy con 34 trabajadores y de ellos 19 son mujeres. “Confío mucho en el trabajo de todos. En sentido general, me siento cómoda dirigiendo a los hombres, porque indiscutiblemente, cuando uno es capaz de trasladar ejemplo personal y comprender los problemas de los demás, se reconoce. Hay que ponerse en el lugar de los compañeros: cuando presentan una dificultad, si tienen que llevar un hijo al médico o una situación en casa: eso lo entendemos porque lo vivimos.

“En verdad, tengo que decir que he recibido comprensión por parte de las entidades constructoras, de los propios inversionistas extranjeros, a pesar de que hay algunos que proceden de lugares donde la mujer es totalmente discriminada; y sin embargo, manifiestan reconocimiento. Yo me siento satisfecha y feliz”, concluyó.

Olga Lidia Jones Morrinson, vicepresidenta del Tribunal Supremo Popular. | foto: Agustín Borrego

Con sentido de justicia

“Tengo el placer de trabajar en una institución donde más del 80 % —las juezas del país— son mujeres y eso le pone una dinámica diferente a nuestra labor. No hubieran sido posible estos resultados para nosotras sin la FMC, por todo lo que ha aportado en el desarrollo y empoderamiento de las cubanas”, así se expresó Olga Lidia Jones Morrinson, vicepresidenta del Tribunal Supremo Popular, quien acaba de recibir la Distinción 23 de Agosto.

Manifestó que en los últimos tiempos la institución a la cual pertenece ha tenido vínculos muy estrechos con la FMC, a fin de procurar y lograr una implicación interdisciplinaria en la solución de los asuntos vinculados al Derecho de Familia: divorcios, litigios de guarda y cuidado de menores.

“La FMC, a partir de los equipos que tiene constituidos en las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia, ha desempeñado un papel decisivo. Así contamos con un grupo de sociólogos y sicólogos que ayudan a paliar el conflicto familiar, a buscar soluciones aunque la toma de decisiones sí le compete al juez. Hemos avanzado mucho en un proyecto que soñó Vilma Espín y que ya hoy tiene cuerpo”, consideró.

Los ojos le brillan cuando habla de su familia, la cual cataloga de divina. “Tengo un hijo de 25 años, Juan Miguel Cordoví, que es mi vida. Es el ser humano que soñé, lleno de valores y de principios”, comentó. Inmediatamente mencionó a su esposo, Juan Miguel, con quien cumplirá en diciembre 30 años de casada. “Fue mi primer amor y es mi muralla”, alegó.

Olga Lidia dice que en su formación personal está el legado de sus maravillosos padres. “Mi papá, Vicente Jones, ya fallecido, sigue siendo mi fuente de inspiración, era un ser humano extraordinario. Por supuesto, mi mamá Olga dejó su huella en mí, a ella —cumplió años recientemente— le pienso regalar esta medalla, pues la merece. Yo tenía cinco años cuando mi madre integró el contingente Las Marianas que iba a trabajar a la zafra de los 10 millones, y nos dejaba tempranito en la escuela para hacer sus tareas. Ese fue el ejemplo que seguí, por eso coincido en que la familia y los valores que esta forma son la base de los seres que entregamos a la sociedad”.

Sin olvidar sus raíces y orígenes, esta villaclareña, que tan solo lleva cuatro años en La Habana, afirma: “Yo digo que la gran obra de la Revolución está presente en mi familia. Mis padres no pudieron estudiar, pese a una inteligencia natural grande, y lo que lograron fue gracias a la obra de la Revolución”.

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