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El legado intacto de Rita Montaner

 

Las grabaciones de la época no le hacen justicia de Rita Montaner. Uno es testigo de una proyección privilegiada, de un estilo interpretativo único, de una gracia, un refinado sentido del humor… Pero la belleza de una voz celebrada por los más importantes críticos y cronistas de aquellos años, esa voz que ubicó a la cantante entre las glorias de la música cubana, la belleza de esa voz en buena medida solo puede vislumbrarse.

Rita Montaner, conocida en Cuba, con toda justicia, como La Única se erige como el prototipo de la artista total. No hubo arte escénica o musical en la que ella no brillara. Lo hacía todo, y lo hacía bien.

No vamos a regodearnos demasiado en las fortísimas marcas de su carácter, voluble, impetuoso, avasallador. Anécdotas se cuentan muchas, en voz de amigos, admiradores y hasta adversarios de la artista y la mujer. Detengámonos, eso sí, en la contundencia de su ejercicio múltiple. Rita fue intérprete casi fetiche de algunos de los más grandes compositores cubanos de la primera mitad del siglo XX: Lecuona, Roig, Grenet… Muchas de las canciones esenciales de nuestro patrimonio fueron popularizadas por ella, comenzando por el celebérrimo Manisero, que ha devenido himno de la nación.

Pero además de cantante popular y lírica (ella encarnó como pocas esa dualidad, sin menoscabo de ninguna de las dos vertientes), Rita Montaner fue una relevante pianista, con premios y reconocimientos en su juventud que le auguraban una excelente carrera en ese instrumento.

Por si fuera poco, es notable su desempeño actoral, en el teatro, el cine, la radio y la televisión. Hay películas de la década de los cincuenta de escasísimo vuelo artístico, en las que el elenco nunca puede trascender un “encartonamiento” galopante. Y allí, en medio de tanta pose, Rita desplegaba una naturalidad, una organicidad, un saber estar frente a la cámara que la distanciaban, a golpe de talento, de sus compañeros.

Era, obviamente, una artista con estudios. Imposible llegar a esos niveles sin tenerlos. Pero su fuerza mayor era intuitiva. Rita Montaner fue, primero que todo, una artista popular, alma y cuerpo del pueblo. A 115 años de su nacimiento su legado está intacto. Y esa voz que escuchamos en registros mediocres, es, sin dudas, la voz de Cuba.

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