Regina Jústiz Grajales es de esas cubanas que desde el anonimato hacen un aporte cotidiano a la grandeza de la mujer. Las razones están ahí, diseminadas en los muchos momentos entregados a favor del bienestar colectivo y la satisfacción personal de haber hecho algo útil por los demás y por su país.
Ese modo de ser le viene de cuna, con el legado de una casta heroica y el orgullo de ser una de las santiagueras descendientes de los Grajales-Cuello.
“Crecí escuchando mil anécdotas, siempre me quedaba boquiabierta con las cosas que contaban mis tías abuelas —hermanas de mi abuelo Santiago, hijos todos de Julián, hermano de Mariana— además de otros parientes por la línea de los Maceo.
“Yo tenía unos siete años e iba de tarde en tarde a la casita de la antigua calle Providencia, convertida hoy en el museo casa natal de Antonio Maceo, para ayudar a enjuagar ropa para planchar y oír las hazañas de los hombres y las mujeres de la familia, en especial de cómo estas últimas asumían el cuidado de los heridos en la manigua, cuestión que definitivamente marcó mi vocación por la enfermería”.
Sin lugar a dudas es así, pues con 67 años de vida y 47 de trabajo Regina confirma la pasión que aún la mantiene activa, enseñoreándose por los pasillos del hospital materno Mariana Grajales Cuello de la ciudad de Santiago de Cuba, institución declarada como Colectivo moral del Sindicato de la Salud en la provincia.
Allí sobresale no solo por su sapiencia de enfermera obstetra, sino muy especialmente, por el protagonismo de ayer y de hoy, con un largo historial, avalado por más de una decena de distinciones y diplomas, como legado a sus colegas, sus dos hijos y su nieta.
Por eso habla de su tiempo como alfabetizadora en la zona de Mayarí Arriba, cuando tenía que subirse a un banquito para alcanzar al pizarrón; de la etapa de internacionalista en Vietnam y Laos allá por la década de los 80; de las muchas movilizaciones a la zafra y al café; de la constante superación profesional; de los períodos en que indistintamente asumió responsabilidades en el núcleo del Partido, el sindicato, el CDR, la Federación de Mujeres Cubanas…
“Hay que saber multiplicarse donde sea necesario, ¿qué importan los años si todavía me acompañan la fuerza y los deseos de aportar? Así que conmigo pueden contar mientras tenga fuerza, el trabajo es lo que menos me asusta, por el contrario, es lo que más disfruto, pensando siempre en una frase dicha por Mariana: ‘y tú, empínate’, así que aquí estoy yo, como otras miles de mujeres cubanas, empinada para lo que sea”.