Falleció Horacio,el maestro, que ganó el título de Héroe del Trabajo frente a cientos de niños, sus alumnos de muchos años, quienes de su mano aprendieron a admirar a Martí y a saludar la bandera, conocieron los secretos de las exploraciones pioneriles, las fogatas y de habilidades deportivas.
Para algunos poco diría su nombre, de apellidos Rodríguez Quesada, pero era alguien nada común, ya fuera en sus diarias tareas en el aula con sus niños —lo que más apreciaba— como director o dirigente sindical.
Nacido en 1923 en Sagua la Grande; hace apenas unos años, en el 2012, escribió para un concurso del adulto mayor que La Habana amorosa le había abierto los brazos como abre sus pétalos una rosa. Es que el maestro escribía poesía y también obras teatrales para sus alumnos, y fue, era aún, dibujante de historietas, las cuales publicó durante años en folletines y revistas en su época más juvenil.
Ante el llamado de Fidel para la creación de las Milicias Nacionales Revolucionarias, se incorporó de inmediato. En 1961 tuvo una destacada participación en la campaña de alfabetización. Fundador del Sindicato de la Enseñanza, ocupó responsabilidades en este. Participó como delegado en todos los congresos de esa organización y de la de Pioneros desde su surgimiento.
Por su brillante trayectoria obtuvo diversas condecoraciones y reconocimientos, entre estos: el Premio Los Zapaticos de Rosa, la distinción por la Educación Cubana, la Rafael María de Mendive, la medalla José Tey, las órdenes Frank País y Lázaro Peña en todas sus categorías.
Jubilado desde 1987, nunca quiso quedarse en su casa a rumiar achaques y añoranzas, y por eso cada día iba voluntariamente a su escuela de muchos años, la Camilo Cienfuegos, en La Habana Vieja, y asesoraba a los maestros más jóvenes y realizaba otras actividades con los pequeños. Lo llamaron el Primer Guía de Pioneros, con los que trabajó hasta el 2011, y su famosa banda de música, integrada por 120 niños, existió mientras Horacio la dirigió.
Era, sin duda, el héroe que guardaba hermosos secretos de la edad de oro de jóvenes, mujeres y hombres, generaciones que hoy también son historia; y hablaba de los Cinco como héroes que también fueron pioneros.
Ya en sus días finales, cuando transitaba por las calles de la ciudad, eran sus niños de antaño quienes lo guiaban. Un día se cayó y un joven bicicletero lo cargó y lo llevó al policlínico. “Cómo no lo voy a auxiliar, si ese es mi maestro Horacio”, dijo cuando ya restablecido lo regresó a su casa.
En el año 2004 le fue conferido el título honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, colofón simbólico de una vida dedicada al magisterio. “Pero ese es solo un reconocimiento, que aprecio infinitamente, pero mi mayor premio son mis niños, mis pioneros”, solía decir. Es que en Horacio se hace realidad el pensamiento martiano de que “héroe será solo quien merezca serlo”. Y él lo mereció