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Comercialización de alimentos: Pululan las violaciones

Luego de dos horas expuesta a la intemperie, al sol, a las moscas y a otras inclemencias, probablemente la carne que se expendía en Águila y Dragones estaría contaminada. Foto: Eddy Martin
Luego de dos horas expuesta a la intemperie, al sol, a las moscas y a otras inclemencias, probablemente la carne que se expendía en Águila y Dragones estaría contaminada. Foto: Eddy Martin

 

No quisiera ser absoluto, pero sin temor a equivocarme puedo afirmar que la  mayor parte de los centros  comerciales dedicados a la venta de cárnicos y otros productos alimenticios en la capital incumplen varias de  las más elementales normas de higiene.

En Cuba las altas temperaturas no son exclusivas del verano aun cuando en los meses de julio y agosto tiendan a elevarse; por tanto, el riesgo de contaminación de los alimentos siempre  está presente.

Ello lo comprobé en fecha reciente, justo en un breve recorrido por  unidades de venta de estos en el centro de La Habana, entre ellos uno que  labora mediante las nuevas formas de  gestión, cada día con más fuerza, y otros pertenecientes al sector estatal.

¿Autorizados a incumplir?

Once de la mañana del sábado 8 de agosto y en el mercado agropecuario de  Águila y Dragones reinaba la  calma. En sentido general prevalecía  el orden y la organización, pero gran  cantidad de  carne de cerdo estaba expuesta a la intemperie en una tarima  al  alcance de la mano de cualquiera  de los cientos de transeúntes que por  allí circulan. No habría que ser un experto para saber que el producto corría un alto riesgo de contaminación,  mucho más por estar a merced de las  moscas y el calor sofocante que por estos días protagoniza.

Creí que era día de suerte, pues frente al mostrador coincidimos con una inspectora del Instituto de Medicina Veterinaria que concluía allí su  labor. Quise entrevistarla. “No puedo  contestar nada”, dijo tajante. “Si quieren, vayan a mi i nstitución, al l í en San Rafael y San Nicolás. Mi director nos ha dicho que no podemos dar ninguna entrevista periodística”, agregó.

No respondió ninguna de nuestras preguntas, dirigidas todas a obtener su ayuda, dadas sus funciones de encargada estatal de velar por esa higiene  tantas veces vulnerada. Solo aspirábamos a conocer su criterio sobre el cumplimiento de dichas normas higiénicas.  “¿Su nombre por favor?”, pregunté fi nalmente. “Qué va, no se lo voy a decir”, contestó cortante, y se marchó.

De inmediato conversé con Ángel Rodríguez, a cargo del citado mercado, que labora bajo nuevas formas de  gestión, para indagar sobre las citadas violaciones. “Mire, me dijo, esa  doctora que estaba ahí certificó que  la carne no tiene ni corre ningún peligro. Si nosotros no cumplimos con la  higiene, ella prohíbe la venta. Y no fue  así”. Me enseñó entonces el comprobante que así lo certificaba. ¡Eureka!  allí aparecía el nombre de la doctorainspectora: Yamilé Tarúe.

Es lamentable lo sucedido, porque allí aparentemente se violaban  normas elementales y la inspectora,  encargada principal de llamar al orden, certificaba lo contrario, y de hecho autorizaba a incumplir. Actitudes  como las asumidas por esta compañera tienen alas cortas.

Variedades Monte

En Variedades Monte el calor al mediodía es insoportable. Es una unidad  espaciosa, con más de 130 trabajadores, quienes a esa hora  atienden a cientos de personas. Luego de un breve recorrido por el lugar solicitamos  la presencia de la administradora.  Moraima Pérez es su nombre.

Allí también se violaban requisitos de higiene en la comercialización  de alimentos. Picadillo, dulces, quesos y cakes destapados y expuestos  para la venta. Al verlos así, pensamos  que luego de algunas horas, el calor  de seguro echaría a perder alguno, o algunos, de esos productos.

Las respuestas de la administradora fueron éticas y con la razón de quien  carece de las condiciones para brindar  un mejor servicio. “Como usted puede  apreciar —dijo— lo que más falta nos  hace son los exhibidores refrigerados,  de ahí que nos resulta casi imposible  poder resguardar esos alimentos.

“Nosotros tenemos que vender unos 125 mil pesos diarios y eso obliga a un trasiego muy rápido de los productos —dulces fundamentalmente— lo que evita que se echen a perder”, subrayó.

Realmente los medios de trabajo no son los mejores para satisfacer  la necesaria higiene, pero se impone  pensar en otras acciones que echen por  tierra cualquier posibilidad de que un  ciudadano adquiera algún alimento  echado a perder o contaminado.

En el Único de Reina

En esta cafetería, situada en Reina y Escobar, “hay agua suficiente, y si no la hay, entonces no se vende nada”, nos indicó Orbel Mesa Sánchez, segundo administrador de la unidad.

Pero el vendedor del refresco gaseado, sin duda el producto líder del lugar,  luego de fregar con detergente los vasos,  los enjuagaba en una vasija llena con  agua acumulada. Es decir, allí día tras  día, algo que pudimos comprobar, se lavan todos los vasos con la misma agua.  Una flagrante violación. ¿Por qué?

En el Único de Reina se enjuagan los vasos en una vasija llena con agua acumulada, aunque allí hay agua corriente. Foto: Eddy Martin

 

Ante una interrogante de los reporteros, Mesa Sánchez fue diáfano:  “Está claro, la responsabilidad en casos como estos es de nosotros los administrativos”.

El Café Salud, por su parte, está ubicado en Belascoaín y Maloja y allí, felizmente, hacen honor a su nombre. Todos  los productos se encuentran bien tapados. Nada de moscas. Como debe ser.

Epílogo

No pocas personas aseguran que no comen ni toman nada en la calle y prefieren llegar a sus casas. Se refieren a  refrescos, dulces y otras golosinas. Y no  carecen de valederos argumentos.

En reciente entrevista de prensa, el doctor Osvaldo Puñales Sosa, coordinador nacional del programa de prevención y control de las enfermedades  transmitidas por alimentos, explicó que  por debajo de cinco grados las bacterias  que nos contaminan no mueren, pero se  multiplican de forma más lenta.

Por encima de 65 grados, la mayoría de las bacterias, sobre todo las patógenas, que son las que causan enfermedades, mueren, pero entre 5 y 65 grados se multiplican rápidamente. “Esa es la zona de peligro donde  está nuestro país, la de máximo crecimiento y desarrollo de esos microrganismos”, apuntó.

Señaló además que pasadas dos horas bajo esas condiciones de temperatura los alimentos constituyen  un riesgo. Entre los más propensos a contaminarse están los que contienen  gran cantidad de proteínas, como las  carnes, huevos y el pescado.

De igual forma insistió en prestar atención a los dulces con cremas  y aconsejó ser muy observadores a la  hora de consumir, pues hay ciertas  señales que indican su calidad.

El doctor puntualizó también el cuidado que deben tener los manipuladores con su higiene personal, y recordó que existe un cuerpo de inspección  sanitaria estatal para examinar estos  lugares donde se elabora y expende  alimentos. “En caso de violaciones  —refirió— se aplican multas, se puede  proceder a la paralización, retención y  decomiso del producto y si se trata de  los trabajadores por cuenta propia, incluso a retirar la licencia sanitaria”.

 

En Variedades Monte el picadillo para la venta estaba depositado en una caja destapada. Por supuesto, las moscas y el calor reinante hacían de las suyas. Foto: Eddy Martin

 

Ciertamente, muchos se quejan de que el rigor más fuerte se aplica, precisamente, a los trabajadores por cuenta propia, aunque las mayores violaciones se aprecian en centros estatales. Otros aseguran que el comercio en CUP es el hermano menor de  aquel que se efectúa en CUC y que,  por tanto, queda muy mal parado.

A pesar de las carencias materiales en las unidades, ser responsables  al manipular alimentos es lo único que puede garantizar la salud del  consumidor. Pero lamentablemente,  en mi recorrido, no pude comprobar  las mejores medidas de higiene ni el  buen accionar de las inspecciones estatales, aunque sí recordé el decir de  Ruperto, el popular personaje: En la  comercialización de alimentos pululan las violaciones.

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