Corría el año 1881 y Carlos J. Finlay ya se adelantaba a su época. La elaboración de la teoría acerca del contagio de las enfermedades y el anuncio de un nuevo modo de transmisión, mediante un agente biológico intermedio que propaga un padecimiento de una persona enferma a otra sana, desató una revolución en las concepciones epidemiológicas de aquellos tiempos, lo cual terminó posicionando a Finlay como uno de los más brillantes académicos de Cuba y del mundo.
Considerado un benefactor de la humanidad, este camagüeyano contribuyó, de la forma más exacta, a librar al mundo de la fiebre amarilla, además de brindar información sobre otras dolencias; paludismo, filarias, leishmanias, tripanosomiasis y otras afecciones incomprendidas en la época, iniciando así los estudios de entomología médica a nivel mundial. A cien años de su deceso, todavía no se sabe con exactitud las razones por las cuales nunca se le otorgó el Premio Nobel de Medicina, no obstante a ser propuesto en siete ocasiones entre 1905 y 1915.
Cuentan las bibliografías que el ilustre galeno estaba inscrito con el nombre de Juan Carlos, pero le encantaba firmar como Carlos J.; nació en la ciudad de Puerto Príncipe, actual provincia de Camagüey, y falleció en La Habana el 19 de agosto de 1915. Sus padres fueron la descendiente de la nobleza francesa Marie Elizabeth de Barres y el médico escocés Edward Finlay, cirujano oculista, del cual aprendió la voluntad de resistir, y al mismo tiempo, sobrepasar cualquier limitación que se le presentara.
Desde el anuncio al mundo de su teoría, las autoridades sanitarias norteamericanas trataron de quitarle su autenticidad en el descubrimiento; sin embargo, no pudieron. Tras varias investigaciones, en 1954 el XII Congreso de Historia de la Medicina, celebrado en Roma, y la comunidad científica mundial reconocieron al médico cubano como único autor del hallazgo del agente transmisor de la fiebre amarilla.
El alcance de su obra lo hicieron merecedor de innumerables homenajes y reconocimientos, tales como: la medalla Mary Kingsley del Instituto de Medicina Tropical de Liverpool, Gran Bretaña; el premio Bréant de la Academia de Ciencias de París y la insignia de Oficial de la Legión de Honor de Francia.
En la actualidad, cada 3 de diciembre —día de su nacimiento— se celebra el Día de la Medicina Latinoamericana, fecha con la cual el Estado cubano entrega la orden que lleva el nombre de tan célebre microbiólogo a las obras impulsoras del buen hacer de la ciencia en Cuba.
Porque honrar, honra
A 100 años de su deceso, el Curso Internacional sobre Dengue está dedicado a su obra investigativa, el cual se realiza en la capital hasta el día 21 de agosto con la participación de expertos de 35 países.
En la apertura del foro, con sede en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí, el doctor José Ángel Portal, vicetitular primero del Ministerio de Salud Pública recordó al descubridor del Aedes aegypti, mosquito transmisor de la fiebre amarilla, y explicó que esta XIV edición permitirá establecer iniciativas internacionales para honrar su vida en el campo investigativo cubano.
El dengue es uno de los principales problemas de salud pública que afecta con intensidad la región, y Cuba no escapa a esa realidad, lo que constituye un desafío, destacó el Viceministro primero en la inauguración de la cita.
Se prevé que el curso genere debates acerca del manejo clínico de los pacientes, el control del Aedes aegypti, y los avances en las investigaciones, entre las que figuran las vacunas, el desarrollo de antivirales, la genética del individuo, el virus y el vector; y las nuevas herramientas de control, entre otras.
Asimismo, la casa natal del destacado epidemiólogo —ubicada en la provincia de Camagüey—, dará a conocer este martes los resultados del concurso Honrar a Finlay— el cual estuvo dirigido al público en general y a todo los tipos de enseñanza. Las expresiones artísticas para concursar fueron poesía, narración, canción, pintura, escultura, fotografías, todas ellas relacionadas con la obra del investigador cubano.