Una cosa es el chiste espontáneo, dicho en ambientes más o menos íntimos… y otra es la dimensión pública y estética de ese chiste. Están los que funcionan en la sala de tu casa y no necesariamente en un teatro o en un cabaré.
Parece obvio, pero algunos humoristas profesionales (o pretendidos humoristas) lo olvidan constantemente. ¿Hasta cuándo van a seguir viviendo a costa de los orientales, los pinareños y los homosexuales? Se escudan en la vocación incisiva de la sátira y meten en el mismo saco a los que merecen ser vapuleados (hay tanta gente y hechos que ameritan el latigazo del humor) y a los que no.
Y para colmo, con pedestres concreciones escénicas.
Afortunadamente, el Centro Promotor del Humor ha dignificado expresiones de un arte que tiene en Cuba exponentes de primera línea, profesionales que no creen en temas tabúes y lo abordan todo con un vuelo, una gracia, una capacidad extraordinaria para descubrir la veta cómica, picante y mordaz de eso que solemos llamar “la cotidianidad”.
En el Festival Nacional del Humor Aquelarre 2015 subieron a la escena espectáculos con buena factura: cáusticas visiones de la contemporaneidad, sátira comprometida con el aquí y el ahora, hilarantes recreaciones de los retos del día a día.
Hubo también presentaciones menos felices, de escaso vuelo y dudosa comicidad. Ya se sabe que el pecado mayor de un humorista es resultar “pesado”. Peor, incluso, que el chiste fuera de lugar es el bodrio. Pero en sentido general, el público pudo disfrutar de una propuesta bien concebida.
Hay que seguir trabajando, eso sí, en la contundencia formal de las obras. Algunos creadores tienen el potencial para trascender el sketch fácil y ofrecer entramados más sugerentes, a la altura de propuestas escénicas “más serias”. Es hora ya de dinamitar esa idea de que el humor es simplemente un espectáculo de feria.
Le escuché decir una vez al maestro Carlos Ruiz de la Tejera (figura esencial homenajeada en esta edición del Aquelarre) que hacer reír es más difícil que hacer llorar. La tragedia puede seguir cauces una y otra vez asumidos; la comedia —la buena comedia— se sustenta en la sorpresa.
El Festival Aquelarre tiene que consolidarse como el referente nacional de un arte múltiple: arte en muchas artes.