Este 6 de agosto vale recordar a la pequeña Sadako Sasaki, habitante de Hiroshima, quien sobrevivió al bombardeo estadounidense que asoló a esa ciudad japonesa el 6 de agosto de 1945. Tenía entonces 2 años, pudo ir a la escuela, pero un día, cuando tenía 9, empezó a sentir extraños malestares. Le diagnosticaron leucemia, y una amiga, para consolarla, le contó la leyenda de que alguien que logró hacer mil grullas de papel plegado, los dioses le concedieron un deseo. Esperanzada en que lograría su curación, la niña empezó a hacerlas, pero solo alcanzó la cifra de 644, porque murió en 1955 a los 12 años. Conmovidos, sus compañeros de la escuela lograron completar el millar y Sadako fue enterrada con ellas.
La niña de las mil grullas se convirtió en un símbolo de las víctimas de los bárbaros bombardeos a Hiroshima y Nagasaki y de muchos sobrevivientes que no han escapado a sus mortíferos efectos.
En el Parque de la Paz de Hiroshima se alza una estatua dedicada a Sadako, en cuya base se lee: «Este es nuestro grito, esta es nuestra plegaria: paz en el mundo”
El llamado mantiene absoluta vigencia, y lo más lamentable es que la historia de Sadako se sigue repitiendo.
Un despacho fechado en Ginebra, Suiza, este 6 de agosto, aniversario 70 del bombardeo atómico sobre Hiroshima y Nagasaki, reporta que dos hospitales de la Cruz Roja Japonesa siguen atendiendo a miles de personas que padecen secuelas de estos ataques.
Otro dato revelador de que el crimen continúa cobrando víctimas es que desde su reapertura en 1956, el 63% de las muertes registradas en el hospital de Hiroshima fueron consecuencia de distintos tipos de cáncer, y en el de Nagasaki, que empezó a prestar servicio en 1969, los fallecidos por cáncer constituían hasta marzo de 2014, un 56% del total.
A su vez, la Cruz Roja reportó que la incidencia de leucemia entre los sobrevivientes de los bombardeos fue entre 4 y 5 veces mayor que la de las personas no expuestas, y los menores de 10 años que sufrieron la radiación padecieron posteriormente de un tipo de cáncer que suele presentarse en personas de edad avanzada.
Hace solo un año, se dieron a la publicidad por primera vez las fotos tomadas por al fotógrafo militar japonés Yosuke Yamahata, de los estragos causados por la bomba atómica en Nagasaki, adonde se trasladó un día después de la explosión.
Estas imágenes que encierran una dramática denuncia fueron confiscadas por los militares estadounidenses, sin embargo, el autor logró salvar los negativos y las imágenes fueron impresas. Permanecieron ocultas durante casi 70 años hasta que aparecieron en un álbum confiscado al final de la Segunda Guerra Mundial por un policía militar de Estados Unidos a un ciudadano de Osaka.
El autor de las fotos murió relativamente joven, de cáncer, al parecer como consecuencia de la exposición a las radiaciones den Nagasaki.
Estas historias no deben repetirse.