Sin detenerme en cualquier valoración crítica acerca de las variopintas y desbalanceadas calidades artísticas del salón de artes plásticas Yo soy ARTEmisa —al fin y al cabo todo análisis sobre este asunto siempre resultaría totalmente subjetivo—, pienso que lo más relevante de esta convocatoria radica en su noble intención de revitalizar un género muchas veces menospreciado por la crítica y por los dogmas del modernismo. Me refiero al autorretrato, que, al igual que el retrato, el paisaje y los bodegones —estos últimos casi totalmente extinguidos en el panorama de la plástica cubana—, suelen ser relegados en la mayoría de las muestras de arte contemporáneo.
Organizada por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y la Asociación Hermanos Saíz, en Artemisa, en esta exhibición prevista para inaugurar la nueva y anhelada galería de arte que lleva por nombre Angerona, participan 31 artífices de diferentes generaciones, tanto consagrados como jóvenes que evidencian experimentales búsquedas estilísticas. Cada uno de ellos concurre a Yo soy ARTEmisa con particularísimas ideas estéticas, para conformar un divergente entretejido de autovisiones pictóricas, tal vez único de su tipo en el país.
Asimismo, este salón permite valorar —aunque no de forma absoluta, debido a la ausencia de algunas importantes firmas—, la diversidad de cualidades que caracterizan hoy una zona significativa del universo de las artes plásticas en esta occidental provincia, cosmos que, en buena parte de los trabajos expuestos, posibilita disfrutar de excelentes tratamientos del dibujo, en tanto apreciar disímiles expresividades que transitan desde el amor filial, la evolución del hombre, los avances tecnológicos, el costumbrismo local, la angustia existencial, hasta otros que aluden a sueños, ideas, ingenuidades y diferentes actitudes y emociones humanas.
Aunque solo un creador participa con una pieza escultórica, se observa la ausencia de otros géneros como el grabado y la fotografía, cuyos exponentes artemiseños son conocidos más allá de nuestras fronteras. Sin embargo, entre el conjunto de obras expuestas se advierten diferentes estilos, como la abstracción, la academia, el arte naif, el pop y determinadas corrientes propias del dadaísmo y el surrealismo, además del art brut y otros discursos que demuestran purísimas operaciones artísticas sin refinar, las cuales siguen intimísimos instintos particulares.
De cualquier modo, esta exhibición, con las irregularidades y dificultades que conlleva su organización en estos adversos tiempos, sin duda constituye un valeroso momento de reflexión crítica sobre el quehacer de un segmento de los creadores artemiseños, en tanto debiera devenir alerta en torno a la necesidad de que la mayoría de los artífices de esta provincia tome conciencia de su trascendencia y participen en tan importantes convocatorias.