Durante más de un lustro, la Revolución cubana se vio obligada a movilizar un considerable número de hombres y recursos para enfrentar a las bandas de alzados que, alentadas y apoyadas desde Estados Unidos, se establecieron fundamentalmente en las zonas montañosas del país.
Para tratar sobre la liquidación del bandidismo, Trabajadores conversó con el teniente coronel (R) Jorge Máximo Hernández Garaboto, especialista del Centro de Estudios Militares (Cemi), quien a los resultados de sus investigaciones sobre ese flagelo suma el haber participado directamente en la tenaz lucha librada para exterminarlo.
Contundente respuesta
Desde los días iniciales del triunfo de la Revolución, comenzaron los ataques de la reacción interna y externa contra el poder instaurado por ella, siempre con la significativa participación de los gobernantes de Estados Unidos. Así lo demuestran “la invasión trujillista; el suministro de armas a las bandas de alzados; la infiltración de grupos de terroristas; la organización y financiamiento de la invasión por Playa Girón y, más tarde, la ‘fabricación’ de una contrarrevolución dentro y fuera de Cuba”, precisa el entrevistado.
Explica que en tanto sus agentes y funcionarios recurrieron a acciones tales como el boicot a las leyes revolucionarias; la campaña anticomunista; la conspiración de exmilitares del depuesto régimen y el movimiento sedicioso de Huber Matos, la administración estadounidense daba los primeros pasos dirigidos a bloquear su comercio internacional.
“La Revolución se vio compelida a enfrentar diversas agresiones armadas provenientes del exterior del país, promovidas y financiadas por el Gobierno de Estados Unidos, lo cual obligó a buscar una solución de masas a la necesidad de la defensa. Esta surgió del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, quien concibió armar a los obreros, campesinos y estudiantes para la salvaguarda de la nación.
“Esa respuesta posibilitó incrementar el número de efectivos, alcanzar un nivel de disposición combativa que permitiera combatir las agresiones armadas de la contrarrevolución interna y externa, y en corto tiempo contar con grandes contingentes con los cuales disuadir una intervención directa de tropas convencionales de consideración”.
Primeras manifestaciones
Las primeras bandas de alzados las integraron elementos batistianos y algunos desertores de las filas rebeldes, inicialmente enfrentados por escuadrones de la Policía Rural Rebelde y pequeños grupos de milicias obreras y campesinas. Como entonces el Ejército Rebelde carecía de experiencia en el desarrollo de operaciones militares de contrainsurgencia, así como de la organización militar y logística adecuada para ello, la dirección de la Revolución decidió dedicar todos los recursos materiales y humanos necesarios para combatirlas, explica el especialista.
“Fue un período de cruenta lucha contra la reacción interna y el imperialismo, que no solo contempló la preparación, por parte de Estados Unidos, de no pocos grupos contrarrevolucionarios, y de la promoción de la subversión interna pasó a la creación de bandas armadas dirigidas y suministradas por la CIA”.
Un aparte para el Escambray
El investigador opina que el bandidismo contrarrevolucionario debe estudiarse de forma territorial, porque en cada provincia adquirió características muy particulares. Para su mejor comprensión, al examinar el caso del macizo de Guamuhaya, conocido popularmente como del Escambray, el enfrentamiento a ese fenómeno él lo ha dividido en dos períodos, de acuerdo con la estrategia político-militar empleada.
“En el primero se definieron nítidamente dos etapas: de enero de 1959, en que surgieron los alzados en el Escambray, hasta octubre de 1960, cuando culminó la operación Limpieza, y de noviembre de ese año a marzo de 1961, lapso en el que se ejecutó la operación Jaula o Limpia del Escambray. Para asegurar la primera de ellas se crearon dos escuelas de milicias, donde se prepararon sendos contingentes de 500 milicianos cada uno, y en alrededor de ocho semanas fueron capturados más de 100 bandidos y varios de sus cabecillas.
“En los primeros días de diciembre de 1960, el Comandante en Jefe diseñó la idea que dio cuerpo a la operación Jaula, consistente en desplegar un cerco estratégico alrededor del Escambray, dividir este en cuatro sectores, subdivididos a su vez por líneas de combatientes (entre-cercos), para que en cada uno actuaran entre cuatro y cinco batallones. En el interior de los cercos más pequeños, se ubicaron escuadras en las casas de familia para protegerlas, y emboscadas en los cruces de caminos y fuentes de agua. Todo el territorio fue peinado por compañías y pelotones de milicianos.
“En Jaula participaron alrededor de 80 batallones, cuyos efectivos aplicaron distintos y variados procedimientos tácticos. Esta operación concluyó a finales de marzo de 1961 con la captura o aniquilamiento de más de 500 bandidos, entre quienes figuraban seis de sus 10 principales jefes”.
Simultáneamente se procedió a establecer la cooperación con los Órganos de la Seguridad del Estado y las organizaciones políticas y de masas, mecanismo que coadyuvó a la creación de un sistema de enfrentamiento que, con el Comandante en Jefe al frente, resultó un eslabón decisivo en la derrota del bandidismo.
Las unidades de Lucha Contra Bandidos Precisa
Hernández Garaboto que en ese período empezó a gestarse una nueva estructura militar en el Escambray, con la creación de grupos operativos. Estos sentaron las bases para la organización de las regiones militares especiales A y B, las cuales constituyeron la base para la fundación de la sección de Lucha Contra Bandidos (LCB) del Ejército del Centro, el 3 de julio de 1962, bajo la jefatura del comandante Raúl Menéndez Tomassevich.
“A partir de esa fecha se organizaron cinco sectores divididos en 30 subsectores en los que actuaron seis grupos operativos, 100 compañías —algunas de ellas integradas en batallones—, una compañía especial y cinco escuelas. También fue creada la subsección Escambray, y en otras regiones del país se procedió según sus condiciones objetivas”. A mediados de 1963 el comandante Dermidio Escalona Alonso asumió el mando de la sección LCB del Ejército del Centro, y en octubre de ese año lo hizo el comandante Lizardo L. Proenza Sánchez, hasta la liquidación total del bandidismo.
En esa lucha, cuyas bajas sumaron 549 muertos y un número considerable de heridos no precisado con exactitud, se forjaron muchos jefes y altos oficiales de las FAR, además de decenas de jefes de batallones y compañías, entre ellos los tenientes Gustavo Castellón Melián, el Caballo de Mayaguara, y Catalino Olachea de la Torre, así como el sargento Julián Morejón Jiber, muy reconocidos por la masa de combatientes.
La liquidación de las bandas, las cuales llegaron a sumar 299 con unos 4 mil miembros perfectamente armados, fue el resultado de la incorporación masiva del pueblo a esa lucha, bajo la certera dirección del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, quien una vez más dio muestras de sus grandes dotes de estratega político-militar.