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El EJT: lo mejor que pasó en mi vida

“Si no hubiera pasado esos más de 40 años en el EJT, no sería la persona que soy”, manifestó el coronel (r) Reinaldo González Millares. | foto: Agustín Borrego
“Si no hubiera pasado esos más de 40 años en el EJT, no sería la persona que soy”, manifestó el coronel (r) Reinaldo González Millares. | foto: Agustín Borrego

Al Coronel (r) Reinaldo González Millares no se le puede hacer cuentos sobre el Ejército Juvenil del Trabajo (EJT), “esa sangre” corre por sus venas, ha sido su razón de ser; por eso, cuando habla, la pasión le brota sin que él se lo proponga.

Y es que todo lo bueno que ha pasado en su vida se relaciona con ese mando, al cual ha dedicado 42 años de su existencia, los mismos que este 3 de agosto cumple el EJT.

Era muy joven cuando la misión llegó a sus manos. Ingresó a las FAR en 1960 y estuvo en las tropas regulares hasta 1972; ahí fue soldado, cadete y jefe de pelotón de fuego de artillería; más tarde se graduó como oficial de esa última especialidad. “Me plantearon pasar a las divisiones de Infantería Permanente (Dip) porque iban a hacer la fusión de estas con la Columna Juvenil del Centenario y necesitaban oficiales con preparación para poder reorganizar las unidades y realizar este trabajo. Así, en 1973, cuando se forma el EJT, ya yo llevaba un año en las Dip”.

Alto y fuerte, fraguado por el trabajo, habla hoy con soltura sobre temas económicos, pero confiesa que le llevó tiempo, porque no sabía nada de tales asuntos, mucho menos de agricultura, caña u otra gran cantidad de tareas.

“Aprendí a golpe de esfuerzo, de estudio, de sacrificio, porque para eso no hubo escuela, no hubo universidad, no hubo nada; fue el choque con la concreta. Hasta dirigí la edificación de siete secundarias básicas en Jagüey Grande, de las más de 60 que existían”, recuerda.

La disciplina caracteriza a los jóvenes que trabajan en la lucha antivectorial. | fotos: Boris Atienza (cortesía de Verde Olivo)

Él, que se considera todo un citadino, tuvo que ir al campo, meterse en un cañaveral, ser jefe de batallón agrícola. “Y eso me sirvió de mucho, al extremo que cuando hablo en un círculo de personas conocedoras, ya sea de agricultura, de construcción o de cualquier manifestación de la vida social, me preguntan si soy ingeniero agrónomo, o civil, por el dominio que demuestro, pero no, es que he aprovechado bien la experiencia.

“Esto me ha servido para mi formación definitiva como persona, como cuadro de la Revolución, como oficial de las FAR. Si no hubiera pasado esos más de 40 años en el EJT, no sería la persona que soy”, subraya convencido.

Como una espiral

Según el coronel (r) Millares, el EJT ha estado en constante perfeccionamiento. “Porque empezó con un contenido, una organización, un método y estilo de trabajo; y ha ido evolucionando hasta adoptar una estructura, organización y misiones acordes con los tiempos actuales”.

Al mirar al pasado, rememora aquella época en que las condiciones de vida eran bien complejas y dormían en camas de madera con bastidores de saco de yute o una simple colchoneta. Con los años eso se transformó, y ahora los dormitorios son más confortables. También dejaron de ser fuerza de apoyo. “Pasamos a ser administradores con responsabilidad total, en lo fundamental, a partir de 1989, un poquito antes de empezar el período especial. Adquirimos la responsabilidad administrativa y el cumplimiento de un plan de producción en cantidad, calidad y oportunidad.

“Fue un cambio fuerte, que exigió en aquel momento una preparación extraordinaria de todos los cuadros del EJT; hubo que empezar a buscar libros de economía, a estudiar lo que era un balance económico.

“Fue necesario conocer el proceso productivo, saber que no se trataba nada más que de cortar la caña arriba y abajo y tirarla para la tonga con el fin de que la llevaran a hacerla azúcar; sino que era preciso dominar cómo había que preparar la tierra, cuántos cruces había que dar, a qué profundidad se viraba el prisma, qué grado de proyección se necesitaba, cómo se preparaba la semilla para echarla allá abajo, cómo se fertilizaba… Y se aprendió a golpe de sacrificio, de repetición, de darle patadas a la piedra, de equivocarnos y de rectificar”.

Admirado y respetado por sus compañeros, el coronel (r) siente que el EJT es como su otra casa. “Me retiré con más de 52 años de servicio. Me fui un día de mayo del 2012 vestido de coronel, y viré al otro día para mi misma oficina con una camisa de guinga”, y ahí sigue y estará hasta que, según él, pueda ser útil a su querido ejército.

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