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Tras la tormenta… la esperanza

Con la nueva maquinaria aumentaría la producción de la fábrica y quedarían atrás las demoras por el  envejecido equipamiento. Foto: Leandro Armando Pérez Pérez
Con la nueva maquinaria aumentaría la producción de la fábrica y quedarían atrás las demoras por el envejecido equipamiento. Foto: Leandro Armando Pérez Pérez

 

Una ola de calma en forma de inversión capital llegó este año a la Unidad Empresarial de Base (UEB) Fábrica de Derivados del Alambre, del municipio de Minas, Camagüey. Acción necesaria para una empresa que no mostraba avances, con planes productivos que menguaban y con maquinarias que tenían más de 15 años de explotación y sin piezas de repuesto.

Los traspiés comenzaron desde su fundación en 1990 cuando el Período Especial provocó que la cantidad de naves a construir se redujera ostensiblemente –de 10 en plan se concluyeron cuatro, y solo en dos se trabajaba–, y que un ramal hasta el ferrocarril de Nuevitas-Camagüey ni se iniciara.

Avanzaron con altas y bajas, entregaron a la producción nacional lo que les pidieran; hasta que en el 2013, tras una superproducción de puntillas, llegaron más problemas: un discreto procedimiento de producción -nada relacionado con sus necesidades ni con las del país- les fue dictado en el 2014 y, para colmo, la materia prima se perdió por problemas de financiamiento, lo que provocó que casi el 50% de los trabajadores se quedaran sin garantías salariales o interruptos.

Según Francisco García Ramírez, director de la UEB, para este año cuentan con un plan que se queda muy por debajo de lo que históricamente se elaboraba en la entidad, casi un 30 % de las cifras pasadas.

Esta realidad, unida a las consecuencias del proceso de disponibilidad, desató la desesperanza entre los obreros y la población, pues muchos consideraban que cerraría de una vez.

Una inversión caída del cielo

Cuando todo parecía gris llegó una inversión, la cual, según explicó Eddy Varona Rodríguez, jefe de producción de la factoría, tiene como objetivo principal el montaje de una línea de mallas electrosoldadas con dos enderezadoras cortadoras y una trefiladora, que se convertiría en la más moderna y mayor del país, con capacidad de aumentar las actuales producciones, utilizadas tanto en techos como en paredes.

Con un costo superior a los 7 millones de pesos, esta maquinaria suiza de última generación será instalada en la tercera nave, con una capacidad productiva de 10 mil toneladas al año, cifra que se aleja bastante de las dos mil que produce la que tiene la fábrica hoy.

“Estos equipos –continúa abordando Varona Rodríguez– forman parte de una donación de la República Bolivariana de Venezuela, que tras el ciclón Sandy, que afectó a Santiago de Cuba, decidió comprar tres líneas como esta e instalarlas en Cuba, Bolivia y la propia Venezuela. Al principio el regalo era para Santiago, pero aquí tenemos personal capacitado y con experiencia; además, era mejor la ubicación para el desarrollo de la cayería norte”.

El donativo asegura también el mercado, pues indica que los excedentes de las elaboraciones tengan como países priorizados a Venezuela y Bolivia. Un requisito que tranquiliza.

Pero la inversión no se queda allí, pues permitirá que sean concluidas, de una vez, las naves 3 y 4, lo cual agregaría a la planta alrededor de siete mil metros cuadrados. Casi se duplicaría el área de la planta. Está previsto comprar maquinarias nuevas como grúas y montacargas, pavimentar los viales interiores, terminar el techado y piso tecnológico de las naves, y ampliar las capacidades de almacenaje y otros beneficios.

“Esto nos cayó del cielo”, exclama Varona Rodríguez cuando recapitula todas las ventajas que transformarán a la fábrica, pero permitirá que un grupo de los trabajadores que se marcharon puedan volver, “pero no muchos porque todo es automático.

“Ahora lo que queda es trabajar en cuanto comience a funcionar para obtener ingresos y recuperar lo invertido. Y aunque muchos creyeron que cerraríamos, nosotros mantuvimos la esperanza y la realidad cambió”.

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