26 de julio de 1953. Carnavales en Santiago de Cuba. Son las 5 y 15 minutos de la madrugada. La ciudad duerme mientras un grupo de jóvenes avanza en autos hacia el cuartel Moncada, la segunda fortaleza del país.
Posta 3. Una voz enérgica ordena: ¡Abrán paso, que ahí viene el General!. Los guardianes del enclave militar son desarmados. Comienza el combate y aún más: el inicio de la insurrección armada como único camino para derrocar a la tiranía de Fulgencio Batista.
Seis décadas y dos años después, el pueblo santiaguero junto a toda Cuba conmemora la heroica gesta en el mismo lugar y a la misma hora en que aconteció.
Allí la estudiante de cuarto grado Chanel de las Mercedes Chagela Rodríguez habló en nombre de la nueva generación de cubanas y cubanos.
En sus palabras recordó relatos de sus abuelos quienes les hablaba de la precaria situación que muchos niños y niñas padecían en el país antes del triunfo de la revolución, sin ropas ni zapatos, carecían de escuelas, de maestros, ni textos ni lápices y sin esperanzas de tenerlos algún día, además de que muchos de ellos se veían obligados a trabajar para ayudar a sus familias.
Hoy la realidad es otra: los cuarteles se convirtieron en escuelas, tenemos educación y salud gratuitos, escuelas de arte y deportivas y los niños gozamos de privilegios nunca imaginados, por esto el deber sagrado de nosotros, los pioneros, es estudiar, ser disciplinados, respetuosos con nuestros padres y maestros y amar a nuestra Revolución socialista, expresó.
En nombre del pueblo santiaguero agradeció la ayuda desinteresada de los gobiernos de Venezuela y Ecuador, encabezados por sus presidentes Nicolás maduro y Rafael Correa, respectivamente, con el aporte de programas de viviendas para las familias damnificadas luego del devastador paso del huracán Sandy.
Con emotivas palabras, Emiliano Sosa de la Cruz, médico integrante del Contingente Henry Reeve que combatió la epidemia del ébola en tierras africanas, se refirió a la reciente experiencia vivida por galenos y enfermeros que durante seis meses llevaron a cabo aquella misión que es muestra de los valores forjados por Revolución en nuestro pueblo durante estos años.
Dijo que Cuba, pequeño país del tercer mundo y bloqueado por el gobierno de Estados Unidos, respondió al llamado de la Organización Mundial de la Salud y del secretario general de las Naciones Unidas y en pocos días fue constituido un contingente que marcho al enfrentamiento directo a un enemigo invisible y desconocido para todos, así como en medio un escenario muy complejo en el que imperaban otras enfermedades mortales.
Más adelante significó que el compromiso con nuestras familias, con la dirección histórica de la revolución, con el pueblo, así como la preparación técnica recibida, las profundas raíces éticas y humanistas de la medicina cubana, el desprendimiento de lo material al donar parte de nuestros alimentos a los enfermedades, entre otros factores, permitieron salvar numerosos enfermos, reducir la posibilidad del contagio y reducir la epidemia.
En los centros de tratamiento donde laboraron los médicos y enfermeros cubanos–dijo- la mortalidad que al inicio era de 65 enfermos por cada 100 ingresados se redujo a menos de 25.
“Hoy patentizamos nuestra disposición de continuar perfeccionando nuestro sistema de salud y poner en alto el nombre de nuestra patria en cualquier misión que nos sea asignada”, subrayó.