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La fuerza de un 26

Cuando Abel Santamaría se percató, desde su posición del Hospital Civil, de que había fallado el plan de tomar el cuartel Moncada  y asumió la decisión de resistir allí hasta el último momento para que Fidel pudiera sobrevivir y llegar a las montañas, se produjo un  diálogo con Haydé, rememorado por la heroína, años después.

Ella le expresó su preocupación de que  Fidel después de esa acción no tendría a más revolucionarios para poder combatir, y Abel le contestó que sabría buscar a los combatientes entre la inmensa cantidad de jóvenes luchadores y se haría otra cosa. Haydé dudó que pudiera hacer algo después de  lo que tanto trabajo había costado realizar y se había perdido, y Abel le dijo: “¿No te das cuenta de  que ya Fidel tiene un 26 de Julio?”. La hermana replicó: “¿Y para qué lo quiere?” y la respuesta del segundo jefe del Movimiento desafió con su optimismo  el inminente riesgo de morir: “Si hemos podido hacer esto sin un 26 de Julio, ¿qué se podrá hacer con un 26 de Julio?”

Sus palabras sintetizan el significado de aquel hecho. Se demostró que existía una vanguardia dispuesta a reanudar la obra libertaria, un contingente que  reunía el decoro de muchos, en una sociedad donde imperaba la falta de decoro, y en hombres como esos, como diría el Apóstol, van miles de hombres, un pueblo entero, la dignidad humana.

Fidel había logrado organizar, entrenar  y trasladar al escenario del combate, sin que la dictadura sospechara lo que se preparaba,  a un destacamento mayoritariamente integrado por trabajadores cuya edad promedio era de 26 años.  Y los hubo no tan jóvenes, en esa confluencia de generaciones que siempre ha caracterizado a nuestras lides, como el médico Mario Muñoz, asesinado ese día en que cumplía los 41 años, o Manuel Rojo, con 49.

Abel tenía toda la razón. Existía una fuente inagotable de futuros luchadores dentro de la cantera de la que Fidel se había nutrido: el pueblo. Lo  reiteró el jefe de las acciones cuando después de los sucesos, en su Manifiesto a la nación, expresó que si en Santiago de Cuba habían caído jóvenes valerosos, ello no significaba que no existieran muchos más dispuestos también a caer: “Búsqueseles y se les encontrará, oriénteseles y marcharán adelante por más duro que sea el camino; las masas están listas, solo necesitan que se les señale la ruta verdadera”. Y esa ruta la marcó el 26 de Julio. ¿Qué se pudo hacer a partir de esa fecha, sin dejarse vencer por las dificultades, perseverando en los ideales que nada ni nadie podía matar?:  la Revolución.

Su líder y quienes lo acompañaron tenían muy presente aquel pensamiento del autor intelectual del Moncada, de que: “Un principio justo desde el fondo de una cueva puede más que un ejército”. Y no solo pudo más que las fuerzas armadas de la tiranía, sino se impuso a las agresiones de un imperio que durante décadas intentó derrocar al peligroso ejemplo que representaba una Cuba libre tan cerca de sus costas, y ha llevado al enemigo histórico de la Mayor de las Antillas al punto de reconocer el fracaso de su política agresiva y a restablecer las relaciones diplomáticas como primer paso en la creación de condiciones para normalizar los vínculos entre ambos países.

He ahí el resultado, a la distancia de 62 años, de aquel 26 de Julio.

Jóvenes como la mayoría de los asaltantes de los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes continuaron enriqueciendo la historia con su quehacer en todos los terrenos: militar, educacional, científico, de la salud, de la producción… Recientemente  se efectuó la más importante cita de la vanguardia juvenil cubana, calificada por Raúl como el congreso que se corresponde  con los momentos que estamos viviendo, donde se plantearon temas muy profundos, lo que lo llenó de optimismo sobre la garantía de la continuidad de la obra.

La misión de la juventud de estos tiempos, junto con las demás generaciones de revolucionarios, es contribuir a la actualización del modelo económico para hacer nuestro socialismo próspero y sostenible, y de prepararse para los desafíos que nos aguardan en el campo ideológico.

Y como en aquella mañana de la Santa Ana, los patriotas sabremos defender el futuro por el que muchos de ellos entregaron sus vidas, que es nuestro presente. Como siempre, nos guía el Maestro, uno de cuyos pensamientos, subrayado por Fidel en la prisión, expresa: “No es lomo tranquilo el pueblo cubano. Quien se le siente encima, aunque sea con albarda adobada y sedosa, no tendrá tiempo de entrar el pie al estribo”.

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