Toronto.— Durante más de cuatro décadas casi todas las bicicletas del ciclismo cubano han pasado por las manos del mecánico Juan Fernández. En tiempos de bonanza o carencias, muchas de las medallas de nuestros pedalistas han llevado su sello, aunque las noticias casi nunca hablen de esa labor silenciosa y dedicada.
Juanito, como cariñosamente le conocen sus compañeros y amigos, se relacionó al ciclismo en 1964, participó en siete vueltas a Cuba y extendió su carrera hasta 1972. Un accidente forzó su temprana despedida, pero como no quiso irse del todo eligió el camino de velar por bielas, piñones, pedales, ruedas…
En 42 años de ininterrumpida labor ha tomado parte en juegos olímpicos, panamericanos y centrocaribeños, así como en decenas de justas ciclísticas. Su testimonio posee incalculable valor.
¿Por qué decidió ser mecánico?
Siempre me gustó. Desde que era atleta yo hacía las reparaciones y el mantenimiento de mi ciclo. Recuerdo que estando en la Espa Nacional (Escuela Superior de Perfeccionamiento Atlético) era el único ciclista que se “pasaba la vida” en el taller.
¿Qué tiene de bonito su oficio?
Mantenerme vinculado al deporte que adoro, tener la posibilidad de intervenir en grandes eventos y vivir de cerca las victorias de nuestros corredores. Me parece suficiente, la verdad.
¿Y en qué consiste su faena habitual?
Los tiempos del ciclismo y la mecánica han cambiado mucho. Las bicicletas actuales no son las de tiempo atrás, cuando se construían de acero y podíamos soldarlas, pintarlas y hacerles otro tipo de trabajo. Hoy son de aluminio o fibra de carbón, materiales sobre los cuales es bastante difícil actuar, porque no disponemos de tecnologías como la soldadura de argón, por citar un ejemplo.
Por tanto, nuestro accionar diario consiste en dar mantenimiento, que incluye sobre todo el engrase y la atención a las manillas, cuyos cables son internos y requieren de constante revisión.
¿En qué estado se encuentra la técnica del equipo Cuba?
No es la mejor del mundo, pero tampoco la peor. Las chicas corrieron y superaron aquí a rivales dotadas de mejor tecnología. Debe saberse que un ciclo de ruta de última generación cuesta entre 8 y 10 mil dólares, y los de pista entre 5 y 6 mil. Eso no está al alcance del equipo nacional en cada temporada.
Más en una época en que las novedades no se detienen, e ir tras ellas significaría hipotecarse…
Para ilustrar lo que ha sucedido basta recordar que las actuales bicicletas para la ruta utilizan hasta 11 piñones; y en mi época de deportista tenían apenas cinco. La evolución de las piezas y el material con que se fabrican también resulta impresionante.
Cuando un atleta pedalea con la técnica garantizada por ustede,s los coloca, de alguna manera, en competencia…
Me pongo tan nervioso como ellos, porque uno prepara el equipo y no sabe todo lo que puede pasar. En la pista son raros los problemas, ya que el mecanismo es muy simple, pero en la carretera suceden muchas cosas. Tenemos cambio de piñones delante y atrás, y además las carreras tardan varias horas.
Seguro tiene alguna anécdota curiosa…
Hace cuatro años, en Guadalajara 2011, Arlenis Sierra ganó la ruta con un ciclo que fuimos mejorando poco a poco. Cuando cruzó la meta sentí que los mecánicos también habíamos triunfado.
¿Nuestras pedalistas son muy exigentes con usted?
Algunas más que otras, aunque a todas les gusta tener su equipo impecable. Responder a ese reto es difícil porque ellas poseen un alto nivel competitivo y los recursos al alcance son escasos.
¿Qué le pareció el nivel del ciclismo en estos Juegos?
Muy alto. Se dieron pruebas y tiempos propios de campeonatos mundiales.