Pasmosa fue la buena noticia que abrió la jornada sabatina para la delegación cubana en los XVII Juegos Panamericanos de Toronto. Una buena nueva cubierta de oro, que sin temor a equivocaciones, constituye y constituirá la mayor sorpresa para nuestra comitiva en esta cita: el oro sudado por el maratonista Richer Pérez, muy fuera de los pronósticos.
El primero en alcanzar una gesta similar fue Rigoberto Mendoza en la edición de México 1975 con crono de 2:25.02. Luego lo hizo Radamés González en la fiesta continental celebrada en San Juan, Puerto Rico 1979. Alberto Cuba sería profeta en su propia tierra, con su título en La Habana 1991, mientras que 24 años después, el habanero Pérez escala a la cumbre de un podio panamericano con el sabor dulce incluido de mejor marca personal, 2:17.04 horas.
El capitalino, quien se ha coronado en cuatro ocasiones en la media maratón del Marabana, dejó a su zaga a competidores con el cartel de favoritos colgados previo a la competencia, como son los casos del peruano Raúl Pacheco, quien entró nueve segundos después que el antillano y se adjudicó el segundo lugar; y el mexicano Daniel Vargas, bronce en Veracruz 2014, y cuarto en esta lid.
Del metal bronceado ahora se adueñó el argentino Mariano Mastromarino, un hombre inexperto en esta prueba y con resultados en el área sudamericana en modalidades como la garrocha y los 3000 metros con obstáculos.
Hay que recordar que en los Juegos Panamericanos Río de Janeiro 2007, la granmense ya retirada, Mariela González, fue autora de un alegrón muy parecido al de Richer, cuando se convirtió en as de la maratón femenina.
Indiscutiblemente, el título alcanzado por el habanero hoy, implica un plus emocional y objetivo para la delegación antillana en sus intenciones de desbancar a Brasil del tercer escaño del medallero general, una misión que parece ser posible, a tono con las finales que van quedando con presencia de cubanos.