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Permiso… (+ Fotos)

Foto: Yoandry Ávila Guerra
Foto: Yoandry Ávila Guerra

 

Por Yoandry Avila Guerra

¿Cuánta educación formal viene como una trompada a la cara, en tiempos donde muchos aseguran que la juventud está perdida, que no respeta a nada ni a nadie?, Y ¡caramba!, qué gusto ver a dos pequeñuelos de apenas cinco años con el permiso a ráfagas

Permiso, permiso, permiso… ¿Cuánto respeto denota esta pequeña y a veces olvidada palabra?, ¿Cuánta consideración embarga?, ¿Cuánto de uno se entrega al proferirla, y cuánto engrandece a quien lo recibe?

¡Qué viva el permiso¡: en la guagua, medio o completamente apretados, al bregar entre la marea humana que se interpone entre tú y la parada donde te debes bajar; al caminar por una acera y tu paso interrumpe la conversación de dos personas que se atrincheraron en ella para »ponerse al día» entre chismes y comentarios.

También, exótico, repentino y surrealista, el permiso puede florar en medio de una clase de fotografía para niñas, niños y adolescentes, y así lo hizo en el curso Primeros píxeles que habitualmente implementa durante el verano la Unión de Periodistas de Cuba para los retoños de la prensa.

Rimbombante y cuasi extraterrenal, proferido por una lengua que arrastra la letra R, el permiso puede ponerte a prueba, puede calar tus nervios y llevarte al extremo de la locura.

Imagínense la siguiente escena: una clase con una veintena de pequeñines, y el profesor (no yo, por suerte, yo solo estoy de apoyo), comienza a disertar sobre los inicios de la fotografía, sobre Daguerre y daguerrotipos, y les preguntas si han visitado el Museo Nacional de Bellas Artes: »permiso, profe», le replica Orlandito con sus cinco primaveras, y su hablar de media lengua, »pero los dinosaurios se extinguieron, y dice mi mamá que sus huesitos están blanquitos en un museo …»

¿A quién no se le va una carcajada?

Entre permiso y permiso, mi amigo Reno Massola (el profe titular) se vio envuelto en una disputa entre Orlandito y Mauricio acerca de si nuestro José Martí cayó o murió en la guerra. Qué importa el terminó correcto, lindo es constatar que dos niños de cinco años conocen y sienten al Apóstol tan cerca, palpitante entre latido y latido de sus corazoncitos.

Los permisos no cesan. Brotan para esclarecer que los aborígenes cubanos están todos en el Cementerio de Colón, según dijo la abuela; para contarnos con efusividad que han visitado la Cámara Oscura del Centro Histórico de La Habana, y para decir sin dobleces ni tantas vueltas que están aburridos y ya quieren salir a tomar fotos.

¡Y qué de fotos! Manejan con una tremenda destreza cámaras compactas, teléfonos celulares y tabletas. No se puede negar que son nativos digitales, utilizan todo estos aparatos con una naturalidad pasmosa, como una extensión de sí mismos, como otra parte de sus pequeños seres.

Y así nos asombran con excelentes encuadres y composiciones en la misma forma en que, con una educación exquisita, nos piden incesantemente: ¡permiso!

Aldo Vásquez Morales, 14 años

 

Foto: Carlos Manuel Quintán Bofill, 14 años.

 

Foto: Claudia Coro Márquez, 10 años.

 

Foto: Diego Trujillo, 8 años

 

Foto: Mauricio León Rodríguez, 5 años

 

Foto: Orlando García Fernández, 5 años

 

Foto: Otto Ortiz Flores, 12 años

 

Foto: Paolo Albizu, 12 años
Orlandito
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