En el vuelo 1181 de Cubana de Aviación arribaron a La Habana medallas de todos los colores, con ellas llegaron también a la capital cubana las sonrisas, nuevos retos y también algunas insatisfacciones del segundo grupo de deportistas y entrenadores que representaron la isla en los XVII Juegos Panamericanos.
Los primeros en bajar la escalerilla fueron los tiradores Eglys de la Cruz y Reynier Estopiñán, ambos campeones del rifle de tres posiciones en sus respectivos certámenes. Tras ellos, desembocó en la pista de la terminal 5 del Aeropuerto Internacional José Martí una marea de 123 atletas.
Estopiñán aseguró que “la competencia fue muy fuerte por la calidad de los estadounidenses, que son los principales rivales del área. Estoy contento con mi desempeño, aunque en la posición de pie estuve por debajo de lo que había alcanzado en mi preparación”.
Por su parte, Eglys Cruz —multimedallista continental— tuvo a su cargo las palabras del segundo grupo de atletas que regresa a Cuba, en las cuales agradeció el apoyo del pueblo cubano y las constantes demostraciones de cariño recibidas.
En este nuevo grupo arribaron al país, además de los atletas de tiro deportivo, las jugadoras del baloncesto, los hombres del béisbol, la lucha libre, pentatlón moderno, tiro con arco, gimnasia rítmica y ciclismo de pista.
Alberto Zabala, director de las basquetbolistas, tuvo palabras de elogio para sus pupilas, dueñas del tercer puesto en estos Juegos. “Sin dudas un torneo fuerte, con equipos muy preparados. Las muchachas jugaron bien, aunque por momentos no supimos establecer una regularidad en la cancha y eso nos hubiese dado un mejor resultado.
“Después del partido contra los Estados Unidos tuvimos que hacer un trabajo psicológico duro con ellas, pues perder en semifinales por un punto fue como un cubo de agua fría. Sin embargo, en el duelo por el bronce tuvimos una bujía en Ineidis Casanova, quien imprimió gran potencia al equipo y dio muestras de su madurez como jugadora”.
Menos felices se vieron los jugadores de béisbol, quienes estuvieron a punto de no subir al podio y solo evitaron el desastre en trepidante cierre de dos cuadrangulares consecutivos.
Entre los recién llegados destacaba Lisandra Guerra, no solo por sus dos metales de plata, sino porque junto a ellos podían apreciarse algunos vendajes. Guerra, nuestra estelar pedalista, aseguró que —por fortuna— la caída sufrida en cuartos de final de la velocidad pura no había tenido secuelas en su organismo, “al día siguiente ya estaba sobre la bicicleta”, confirmó entre sonrisas.
Sobre el fenómeno canadiense en estos Juegos Panamericanos, Lisandra explicó que se trata de “algo fuera de lo común, en tres meses y medio bajaron casi un segundo en todos los tiempos que conseguían normalmente. Conseguir eso en un deporte como el ciclismo —de tiempos y marcas— es casi imposible e inexplicable, pues para bajar una milésima puede costar meses de entrenamiento”.
Aún sin pasar por una revisión médica exhaustiva, ya la pedalista piensa en sus próxima competencias: “en agosto tendremos un Grand Prix en Guatemala, en septiembre está el Panamericano de Ciclismo en Chile, y luego las Copas del Mundo y el Mundial”.
Al recibimiento de la comitiva atlética asistieron el presidente del Comité Olímpico Cubano, José Ramón Fernández; el presidente en funciones del organismo deportivo cubano, Osvaldo Vento, y la vicepresidenta del INDER, Gladys Bécquer.