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Cuba-EE.UU.: desafío y oportunidad

Salón de actos de la embajada de Cuba en Estados Unidos, lugar de la ceremonia de apertura. Foto: Ismael Francisco
Salón de actos de la embajada de Cuba en Estados Unidos, lugar de la ceremonia de apertura. Foto: Ismael Francisco


Jorge Legañoa Alonso, enviado   especial de la AIN para Trabajadores

Washington.— Oportunidades y desafíos, estas palabras podrían definir la nueva etapa que se abre en  las relaciones entre Cuba y Estados  Unidos.

A partir de este, 20 de julio,  justo a las 12 y un segundo de la madrugada, quedaron oficialmente restablecidos los nexos diplomáticos, y las  respectivas secciones de intereses en  Washington y La Habana se convirtieron en embajadas.

En la búsqueda de luces sobre la importancia del hecho y sus escenarios futuros, consultamos expertos a  ambos lados del estrecho de la Florida.

Ernesto Domínguez, profesor e investigador del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos de la Universidad de La Habana  (Cehseu), opina que la apertura de  embajadas funciona en varios niveles. El inicial es simbólico, pues permite constatar que el proceso avanza. Esto implica el reconocimiento  formal de la legalidad y legitimidad  del Gobierno cubano por parte del  ejecutivo norteamericano, uno de los  obstáculos tradicionales entre los  dos países.

Sobre este punto el profesor Carlos Alzugaray, politólogo y  exdiplomático cubano, señala que el  restablecimiento de relaciones es un  paso que muy pocos pensaron fuera  posible, pero que se ha dado, gracias  en primer lugar a la resistencia, la  sabiduría del pueblo y sus dirigentes,  particularmente del Presidente Raúl  Castro Ruz; aunque hay que reconocer la audacia y el coraje del mandatario estadunidense, Barack Obama.

Por su parte, el profesor visitante del Centro de Asuntos Globales de la Universidad de Nueva York, Arturo López-Levy, ve la apertura de las embajadas como un hito histórico en las relaciones entre Cuba y EE.UU., y de este último con América Latina.

“No son normales, pero institucionaliza el propósito de la normalización. La evidencia de esa nueva  realidad se expresa en la cantidad de  grupos de trabajo que han empezado a funcionar entre las dos naciones, donde Estados Unidos comienza a tratar a Cuba como un país plenamente soberano”, subrayó.

Asegura Alzugaray que ambos Gobiernos han sido pragmáticos, y no han dejado que los grandes problemas que los separan —el bloqueo,  las compensaciones mutuas, la política subversiva hacia Cuba, la Base  Naval de Guantánamo, la Ley de  Ajuste Cubano—, sin cuya solución  no podemos hablar de normalización en general, se interpongan en  el camino de establecer espacios de  cooperación que deben ir ampliándose y cuya profundización puede  producir beneficios para Cuba.

Tanto Domínguez como Alzugaray coinciden en que las misiones  diplomáticas establecen un canal  formal permanente de comunicación entre los dos Gobiernos y “eso  de por sí tiene un gran valor, pues da  continuidad a los diálogos técnicos”,  abundó el primero.

En la medida en que se logren acuerdos mutuamente beneficiosos, el apetito por derrocar al Gobierno cubano irá cediendo paso a la consideración realista y pragmática de  que no vale la pena intentar deponer  un Gobierno sólido y estable con el  que se llegan a decisiones para intereses legítimos en el plano diplo- mático, de seguridad, económico, comercial —que incluirá inevitablemente un turismo normal—, cultural, científico y educacional, añadió  Alzugaray.

Como punto de inflexión en el camino hacia la normalización de las relaciones, calificó el doctor Jorge Hernández, profesor titular y director del Cehseu, la apertura de las  legaciones diplomáticas.

Es un paso de avance, pero a la vez inaugura una etapa en la que irán apareciendo nuevos retos, problemas, cuestiones que reclamarán  atención constante. Algunos de esos  desafíos o aspectos, probablemente  ya se han imaginado, pueden suponerse o esperarse; otros quizás  no tanto, irán apareciendo sobre la  marcha.

Sobre estos temas, el profesor Carlos Alzugaray recuerda dos puntos de conflicto: la asimetría entre  ambos países y la larga historia  conflictual entre la voluntad hegemónica norteamericana y la aspiración cubana a una plena soberanía y  autodeterminación.

“Los norteamericanos tienen que acostumbrarse a la idea de que Cuba no va a plegarse, y la embajada estadounidense en La Habana tiene  que trabajar para eliminar la natural desconfianza que existe en nuestra sociedad hacia sus actividades y  deben hacerlo con respeto, transparencia y buena voluntad. Ese es el  desafío que tienen sus diplomáticos”,  señaló.

En tanto, López-Levy mencionó el bloqueo como el primero de  los obstáculos en esta nueva etapa  de trabajo. Muestra de ello son los  llamados del presidente Obama al  Congreso para que se elimine.

“Existe la oportunidad, en los próximos dos años, de crear tracción política significativa en contra  del bloqueo. En primer lugar porque  los acuerdos del 17 de diciembre empoderan dinámicas que socavan esa  estrategia imperial coercitiva, con  lógicas y audiencias  favorables a la  colaboración”, asegura el profesor  de la Universidad de Nueva York.

EE.UU. no cambiará de un día para otro la idea de una supuesta  responsabilidad en transformar la isla, dijo. “Va a tomar tiempo entender que no solo se trata de métodos,  sino que los fines mismos de la política hacia Cuba deben ser diferentes”, sentenció.

El profesor Ernesto Domínguez mencionó como una de las principales trabas del proceso que comienza  el 20 de julio, la política doméstica  estadounidense, y la capacidad de  los grupos opuestos a un cambio  hacia Cuba de retardar o bloquear  aspectos importantes, como la propuesta de eliminar las restricciones  de viajes a la isla; o el abordaje de  temas particularmente sensibles,  como el de las propiedades nacionalizadas luego del triunfo de la Revolución.

Con más de 25 años como profesor de la Universidad de la Florida  y actualmente como investigador  del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Nueva  York, Lisandro Pérez considera que  lo más importante ahora es aprovechar el tiempo de mandato que le  queda a Obama para que se establezca una relación con nuestro país  que sea irreversible.

“Cuando la gente empiece a ver la dinámica y que como resultado de todo esto se incrementa el contacto entre los dos países a partir  de los viajes de los estadounidenses a Cuba, yo creo que el proceso  es irreversible. Todo eso tendrá un  impacto tremendo y eventualmente  la oposición a la política hacia Cuba  caerá por su propio peso”, comentó  Pérez.

El doctor Jorge Hernández hizo énfasis en los posibles contratiempos, asociados a la persistencia de  acciones subversivas, el apoyo a la  contrarrevolución en Cuba, el mantenimiento de los fondos asignados  por el Gobierno estadounidense  para financiar actividades dirigidas  al l lamado cambio de régimen, entre otros.

En el plano simbólico, Hernández coincide en que no se debe sobrestimar el significado del estremecimiento que constituyeron los  anuncios del 17D. Más allá del impacto mundial en los medios de comunicación, así como en los círculos  políticos de muchos países donde se  han suscitado debates, especulación,  esperanza, preocupación, es importante comprender el proceso en su  justa dimensión, sin minimizarlo  ni sobredimensionarlo. El tiempo,  como siempre, es quien resume y  dirá la última palabra, concluyó.

Carlos Alzugaray, politólogo y exdiplomático cubano.
Arturo López-Levy, profesor visitante del Centro de Asuntos Globales de la Universidad de Nueva York.
Jorge Hernández, profesor titular y director del Cehseu. Foto: Yander Zamora

 

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