Siento la necesidad de escribir unas breves líneas luego de vivir, una vez más, la amargura de perder un juego crucial en nuestro deporte nacional.
El de este sábado en la ciudad de Toronto viene a confirmar que nos sigue faltando el extra, o pudiéramos decir el acabado que lleva cualquier obra o tarea.
No se trata de subvalorar al contrario que sin duda tiene sobrada calidad. Solo trato de razonar sobre la filosofía que nos anima una vez que estamos en el campo de batalla, entiéndase en este caso un terreno de béisbol.
Marcador 5 x 1 a nuestro favor. Séptimo ining. Es lógico entender que llegó el cansancio para Yovani Torres, quien con inteligencia lanzó un formidable partido como apenas se ha visto en los últimos tiempos por serpentineros cubanos. Recordemos que él lo hizo también en la Serie del Caribe.
El momento exigía la mejor decisión, fruto del análisis. Apostar a Ismel Jiménez pudo parecer no acertado, porque el espirituano no tuvo un buen torneo, pero a fin de cuentas se trata de un lanzador experimentado, con recursos variados para enfrentar situaciones difíciles.
Si entendemos que estábamos en un juego de vida o muerte, tal vez la mejor carta era Lázaro Blanco, con suficiente descanso y convincentes demostraciones.
Pero eso no ocurrió. Y si fue Ismel quien se empinó en el montículo merecía más confianza que lanzarle solo a un par de bateadores; lo digo sobre todo por quien lo relevaría, Liván Moinelo, de magnífico rendimiento en la competencia, pero con una actuación reciente frente a Nicaragua que suponía desgaste.
Después, a juicio de este redactor, se sucedieron otras fallas que intento resumir con interrogantes: ¿Era Yuniel Cano, novato en estas lides, la mejor opción para esta situación tan tensa? ¿Con hombres en primera y segunda sin out no debió tocar bola Raúl González? ¿Por qué Alfredo Despaigne, el artillero mayor, dejó pasar una pelota a la altura de las letras, cuando su misión era conectar un fly hacia los jardines, y prefirió batirse con otros lanzamientos incómodos y dejarle la decisión al árbitro?
Reitero que nuestros errores muchas veces están en la filosofía de cómo enfrentamos los desafíos. En el final del noveno capítulo los estadounidenses decidieron fabricar la carrera que le coronaba el esfuerzo realizado y la posibilidad de llegar a la final. Lo hicieron con dos outs y dos strikes, gracias a conexiones sobre lanzamientos en la zona bateable. Así consiguieron hits, robo de base (luego del séptimo u octavo innings debió estar recibiendo los envíos Yulexis La Rosa) y el imparable de oro al jardín derecho.
¿Qué nos queda? No darnos por vencidos. Más allá del dolor seguir batallando en futuras competencias, con el tino de asimilar las enseñanzas que deja cada juego, y sobre todo conscientes de que el béisbol moderno, como cualquier otra disciplina deportiva, lleva mucho de análisis y determinaciones certeras si el propósito es escalar lo más alto del podio.