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Alejandro, el carpintero

alejandroMurió Alejandro, quien desde hace cinco años llegó al periódico Trabajadores con sus herramientas de carpintería, su carácter servicial y su infatigable creatividad. Solo con las armas de su laboriosidad y muy pocas palabras nos conquistó a todos, como si esa fuera una cualidad intrínseca a su nombre de héroe legendario.

La maligna dolencia fulminante que nos lo arrebató en pocas semanas parece un contrasentido enorme en un hombre como Alejandro Ricardo González Marrero, rudo y noble holguinero, trabajador  de hábitos saludables, que ni fumaba ni tomaba café, aunque fundó una cofradía de cafeteros a quienes todas las tardes nos hacía una coladita a partir de aportaciones voluntarias, por el simple gusto de contribuir al placer ajeno.

Padre siempre preocupado por sus hijos, incluyendo una adolescente a quien no perdía ni pie ni pisada, esposo de los que cargan todos los días para la casa sin complejos, inventor de aparatos y soluciones, capaz de resolver casi cualquier problema manual en el periódico o hasta para ayudar a sus compañeros en el hogar.

Su historial de trabajo en sus 59 años de vida fue extenso, sobre todo en empresas de la construcción, sector donde cumplió  misiones internacionalistas en la década de los 80 en Nicaragua e Iraq. Prefería hacer antes que hablar, y a veces hasta podía ofuscarse un poco, pero no escondía su criterio firme, directo, descarnado, como acostumbra la gente llana, buena, sin dobleces. Reciba su familia las sentidas condolencias de todo nuestro colectivo. Lo extrañaremos siempre.

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