En la capital cubana se levanta un palacio que no fue erigido por los poderosos ni nunca acogió a aristócratas: se construyó para los trabajadores y el dinero para edificarlo surgió de los fondos de uno de los sectores laborales más combativos de la época, el tabacalero.
Se le llamó Sociedad o Palacio de los Torcedores, aunque familiarmente los trabajadores lo denominaron por su ubicación, San Miguel 662. Como testigo de su nacimiento se conserva una tarja donde constan el momento en que se colocó la primera piedra: el 28 de septiembre de 1924, y se terminó de construir el 14 de julio de 1925, hace justamente nueve décadas.
En el local, dos meses antes de su conclusión, tuvo lugar una velada conmemorativa por el Primero de Mayo, que contó entre sus oradores con Julio Antonio Mella, quien igualmente habló en el acto inaugural. El joven líder estudiantil y comunista también compartió allí sus impresiones de la visita al barco soviético Vatslav Vorovski, el primero de esa nacionalidad que arribó al país, en el propio año de 1925; y meses después planteó, en una reunión de la Liga Antimperialista efectuada en ese mismo escenario, la necesidad de exigir la inmediata reintegración a Cuba del territorio ocupado por Estados Unidos en Guantánamo.
Cuando la Universidad Popular José Martí no pudo seguir sesionando en la colina universitaria, el Palacio de los Torcedores le abrió sus puertas. Se conserva una foto donde aparece parte de su claustro en la escalera que conduce al segundo piso.
El nonagenario inmueble fue testigo de importantes reuniones de sindicatos y de la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC), y desde la tribuna del salón de actos varios de los más destacados dirigentes obreros cubanos hablaron a las masas laboriosas. En su imprenta La Ideal se editaron, entre otros, documentos del V Congreso de Unidad Sindical, a cuya organización dedicó sus últimas fuerzas Rubén Martí nez Villena. Su fallecimiento, en enero de 1934, se produjo cuando aún se desarrollaba el evento y fue en este edificio donde se velaron sus restos.
En fechas ulteriores el local fue sede del postrer homenaje de los trabajadores a figuras de la talla de Aracelio Iglesias, máximo dirigente de los portuarios; Miguel Fernández Roig, de los tabacaleros; y Carlos Rodríguez Careaga, sindicalista de ese sector, quien llegó a ser secretario general de los comités de defensa de las demandas obreras y por la democratización de la CTC, creados en el enfretamiento a la dictadura batistiana, y uno de los principales organizadores del Frente Obrero Nacional Unido (Fonu). Debido a la feroz represión del régimen, causante de su asesinato en noviembre de 1958, solo se le pudo honrar en los primeros días del triunfo revolucionario.
En el Palacio de los Torcedores desplegó Lázaro Peña gran parte de la labor organizativa que dio lugar a la fundación de la CTC. Allí también se efectuó el congreso constituyente de la Federación de Trabajadores de La Habana, encabezada por el líder del transporte José María Pérez. Cuando en la década de los años 40 la sede de la CTC fue asaltada y desalojada su legítima dirección, el edificio de los torcedores la acogió hasta que este fue igualmente objeto de arbitraria usurpación por parte de elementos gangsteriles.
Tras la victoria de enero de 1959 el Palacio se convi rtió durante un tiempo en museo del movimiento obrero y sindical, y mereció la condición de Monumento Nacional.
Hoy sus instalaciones ofrecen a los trabajadores y a la comunidad conferencias, exposiciones y otras actividades culturales y políticas que hacen realidad su función originaria de institución social, empeñado en rescatar la historia para seguirla enriqueciendo.