Mecánica, estreno memorable

Mecánica, estreno memorable

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Carlos Luis González (Osvaldo Telmer) y Yuliet Cruz (Nara) en Mecánica, una excelente opción de Argos Teatro, ubicado en Ayestarán No. 307, esq. a 20 de Mayo, Cerro. Foto: Yuris Nórido
Carlos Luis González (Osvaldo Telmer) y Yuliet Cruz (Nara) en Mecánica, una excelente opción de Argos Teatro, ubicado en Ayestarán No. 307, esq. a 20 de Mayo, Cerro. Foto: Yuris Nórido

 

La llegada del cálido mes de mayo trajo consigo el estreno mundial —en cartelera hasta finales de julio— de una obra que ha dejado sus huellas en la escena nacional por varias razones, entre ellas el poder disfrutar de nuevo de la excepcional combinación del quehacer de dos importantes figuras del teatro cubano: el prestigioso dramaturgo y crítico Abel González Melo, Abelito, quien escribió especialmente para la compañía Argos Teatro y su director artístico y general, Carlos Celdrán, la pieza titulada Mecánica —Premio Nacional de Dramaturgia José Antonio Ramos, de la Uneac—, puesta que, además, ha propiciado el exitoso debut profesional en las tablas del joven actor Carlos Luis González —conocido por sus papeles en la pequeña pantalla—, en su representación del personaje de Osvaldo Telmer.

Se trata de un texto atrevido, revolucionario y consecuente con los principios de una sociedad erigida con los humildes y para los humildes. Historia de ficción extraída de una realidad que suele emanar, salvo la mayoría de honrosas excepciones, de ciertos deslices en el desempeño de determinados cargos que pueden propiciar poder y lucro. González Melo aprovecha para alertar, y criticar, sin muchos artilugios expresivos, el surgimiento de algunos ricos de nuevo tipo, es decir, “su salida del clóset, su reaparición desfachatada y súbita… en busca de espacio, de complejidad, de lugar”, como afirma en el catálogo Celdrán, destacado dramaturgo y también pedagogo, fundador, en 1997, de Argos Teatro.

Asunto espinoso que —dejando a un lado las precedentes y enjundiosas disertaciones escénicas relacionadas con apremiantes problemas de las personas de “a pie” y de los bajos fondos: Chamaco (2006) —que sentó pautas en el teatro cubano de principios de milenio— y Talco (2010), ambas igualmente llevadas a escena por Celdrán, conduce a su autor a introducirse, con acierto y creatividad, en una suerte de reflexión crítica que no siempre se trata, con profundidad y desenfado en la escena insular, y que más bien constituye tema de burla asumido por determinados grupos de teatro, sobre todo por algunos humoristas que, como es lógico suponer en tales representaciones, dejan el asunto en la epidermis.

Celdrán, experto conocedor de la obra de González Melo —vinculado a Argos Teatro por casi 20 años—, asumió con libertad y magisterio las señas de Mecánica, un texto que, con la audacia e inteligencia de quien desde muy joven ha sido reconocido como importante dramaturgo en Cuba y otras latitudes, sustenta su discurso en un entramado que rememora un clásico de la escena mundial, Casa de muñecas, del noruego Henrik Ibsen (Skien, 1828-Cristianía, actual Oslo, 1906), estrenada el 21 de diciembre de 1879.

Abelito no realiza una parodia de aquella gran obra calificada como feminista. Él más bien juega con la memoria del espectador al describir una situación familiar concordante con aquella historia que, tras su estreno, provocó gran controversia mundial al exponer el rechazo de una mujer a seguir siendo insignificante muñeca para su marido. En Mecánica, el problema es inverso: el poder está en manos de Nara, gerente de la cadena hotelera Gran Cuba, que es quien lleva los pantalones “bien puestos” —imagen que trasluce en escena—, y la “víctima”, de algún modo, es su esposo.

El matrimonio se vale de una “mecánica”, al decir de los cubanos, que le permite mantenerse en niveles de vida muy superiores al resto de sus conciudadanos. De tal modo asumen reprochables conductas de enriquecimiento personal, en un ambiente en el que se mueven traiciones, engaños y otras repudiables actitudes como el chantaje, el soborno y la infidelidad.

En tales manipulaciones dramatúrgicas, González Melo utiliza también el rejuego fonético entre los nombres que adjudicó a los protagonistas de Mecánica y los que Ibsen concibió para los de Casa de muñecas: Osvaldo Telmer recuerda a Torvald Helmer; Nara, a Nora; la doctora Katia, al doctor Rank; Linda Kristín, amiga de Osvaldo, a la señora Linde, amiga de Nora; y Krogstad, el procurador, a Carlos Rogbar, el abogado.

“Escribí esta obra queriendo, otra vez, traer al teatro lo que me perturba de la realidad…”, ha expresado el autor de esta pieza en un acto que insta a repensar en torno a valores contradictorios que amenazan la idílica felicidad familiar.

Con una admirable dirección de actores de “lujo”, la puesta sobresale, asimismo, por la excelencia interpretativa del resto del elenco: Yuliet Cruz (Nara Telmer); Rachel Pastor (la doctora Katia, vicegerente de sanidad); José Luis Hidalgo (Carlos Rogbar, vicegerente de finanza); y Yailín Coppola (Linda Kristín).

Escenografía minimalista, a cargo de Alain Ortiz, donde en la estrechez del espacio escénico no sobra ningún elemento y se buscan soluciones de alternancia en los útiles que evocan la suite de un gran hotel en Varadero; diseño de luces (Manolo Garriga) sugerente y preciso; además de un vestuario (Vladimir Cuenca) concordante con la psicología de cada uno de los personajes, y una banda sonora (Denis Peralta) que acentúa la expresividad de determinadas zonas de la representación, son apoyaturas técnicas que exaltan el espectáculo de Mecánica, puesta que, como Casa de muñecas, se recordará como uno de los títulos más importantes del teatro contemporáneo cubano. Bien vale la pena disfrutarla en este verano.

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