Yurien Portelles, Agencia de Noticias Andes
Cuando Jenny Caicedo entró por primera vez a la cancillería de Ecuador no sabía para dónde correr ni con quién hablar. Hasta entonces había sido profesora de Educación Básica en su natal Ambato, capital de la provincia de Tungurahua, pero un anuncio del periódico cambió su destino.
Tras pasar un exigente concurso de méritos y oposición entre varios cientos de aspirantes, Jenny logró clasificar dentro de un grupo que ingresaría con el cargo de terceros secretarios del Ministerio de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana.
El proceso incluye el compromiso de estudiar una maestría en Relaciones Internacionales o un curso de especialización, además de idiomas extranjeros, lo que no estuvo exento de críticas, incluso desde algunos funcionarios que no han visto con buenos ojos esta “intrusión profesional”.
En el caso de Jenny, de 35 años de edad, pudo ingresar a la cancillería únicamente por la posibilidad abierta por el Gobierno de la Revolución Ciudadana para los jóvenes afroecuatorianos como ella, o descendientes de pueblos y nacionalidades como los montubios o los indígenas.
Estos cambios han permitido que 170 representantes del abanico multicolor que es la nación ecuatoriana hayan podido acceder a un puesto en el servicio exterior, mujeres y hombres en igual cantidad.
En los pasillos de la cancillería es fácil advertir su inserción. Otra joven, Llantalema, del pueblo puruá, del cantón Guamote, en la provincia de Chimborazo, reconoce que “ahora hay que ir fortaleciendo estos espacios, más que todo con la inclusión de los afroecuatorianos e indígenas que son parte de la raíz, pero estas oportunidades deberían extenderse a todos los organismos del Estado”, afirmó.
Este proceso de inclusión siempre va a traer resistencia, con la mirada o con las actitudes, dice, pues los diplomáticos que generalmente han representado al país son gente blanca, o que pertenecían a la llamada alta sociedad. “Nosotros entramos por un concurso de méritos y muchos tenemos incluso maestrías en otras especialidades”.
Luis Fernando Pijal, indígena quichua del pueblo Cayambe, en la provincia de Imbabura, ingeniero en Administración y Máster en Desarrollo Rural, comentó que su mayor aspiración es alcanzar los máximos niveles de la diplomacia del país; mientras que Franki Paucar, oriundo de Riobamba, en Chimborazo, asegura que: “El sueño de cada uno de nosotros es brindar nuestros conocimientos y prepararnos para representar de la mejor manera al país en las misiones que nos correspondan”.
Una reparación histórica, señal del cambio que vive Ecuador
Hasta este momento, solo dos ciudadanos de pueblos indígenas han asumido el cargo de embajadores: Ricardo Ulcuango, actualmente al frente de la misión oficial ecuatoriana en Bolivia, y Segundo Andrango, designado en El Salvador. Así dieron cumplimiento a algunos de los principios de la Carta Magna que establecen el Estado Plurinacional e Intercultural.
El canciller Ricardo Patiño señaló a Andes que la presencia de estos jóvenes se integra a un nuevo concepto que ha sido denominado Diplomacia Ciudadana, en el que los ecuatorianos son tomados en cuenta en las políticas públicas.
Patiño contó la anécdota que incluso para él en lo personal los primeros momentos se le tornaron “aburridos” en su cargo actual y al indagar con un diplomático acerca de la dinámica “inercial” del trabajo, este le comentó que “a nosotros nos enseñaron así”, sin que la voz de Ecuador se escuchara a través de iniciativas ni mucho menos tuviera protagonismo.
Entonces comenzó a evaluarse cómo imprimir un espíritu de trabajo diferente para insertar a la nación en el mundo e impulsar aquellas luchas que tenían lugar en ella y en la región, ante los organismos internacionales. A la vez, se hacía justicia desde los nombramientos de los nuevos diplomáticos.
Para el jefe de la política exterior ecuatoriana se trata de una reparación histórica por los procesos de discriminación y racismo que se han dado en contra de las diversas nacionalidades. Por eso la cancillería estableció un programa de capacitación para sus funcionarios en temas como plurinacionalidad, interculturalidad desde la visión indígena; derechos de la naturaleza, la Pacha Mama y el Sumak Kawsay (buen vivir) para que comprendieran el “Ecuador profundo”. Como resultado, las ceremonias andinas como el Mushuk Nina (nuevo año andino ecuatoriano) y el Inti Raymi (fiesta del sol) son parte de las actividades de cada año.
Durante la graduación del primer curso, el presidente Rafael Correa dijo que nunca pensó ver el ascenso de estos representantes de pueblos excluidos a cargos que habitualmente ostentaban personas “de abolengo”. Patiño, por su parte, se congratuló de que esta fuera una generación de diplomáticos “que reflejara el mapa humano del Ecuador”.
La máster Carla Álvarez, decana de la Escuela de Relaciones Internacionales, señaló a Andes que esta institución ha dotado a los jóvenes de los instrumentos analíticos, teóricos y prácticos suficientes para que tengan un adecuado desempeño y para ello han instituido un programa de Maestría en Relaciones Internacionales y Diplomacia, con dos menciones, una en Política Exterior y otra en Comercio Exterior.
“Hasta el momento, el Instituto de Altos Estudios Nacionales ha graduado a 142 funcionarios del servicio exterior, 70 de los cuales se encuentran cumpliendo con éxito misiones”, afirmó.
* La Constitución vigente en Ecuador (2008) define en su artículo 56 que: “Las comunidades, pueblos y nacionalidades indígenas, el pueblo afroecuatoriano, el pueblo montubio y las comunas, forman parte del Estado ecuatoriano, único e indivisible”. Específicamente los montubios son una entidad aislada o casi aislada dentro del territorio multicultural de esa nación. Entre ellos la familia gira en torno a la madre, aunque se centra en el padre cuando se refiere al respeto social. La monogamia es característica. Los nexos con los hijos son sólidos y estrechos, y desde los siete años estos comienzan a colaborar con la economía familiar.