Por: Betty Beatón Ruiz y Juanita Perdomo Larezada
Los pecios españoles y norteamericanos hundidos en aguas del litoral santiaguero desde el tres de julio de 1898 como saldo de la batalla naval de la guerra hispano-cubana-norteamericana fueron declarados como Monumento Nacional, y se aspira a que en un futuro no lejano se avalen como Patrimonio de la Humanidad.
A la ceremonia de declaración del Parque arqueológico del patrimonio naval subacuático de Santiago de Cuba asistieron autoridades del Gobierno y el Partido en el territorio, así como otras personalidades, entre ellas Julián González, ministro de Cultura de Cuba, Francisco Montalbán, embajador de España en la Mayor de las Antillas, Gladys Collazo, presidenta del Centro nacional de patrimonio cultural, el Contralmirante Pedro García de Paredes, de la Armada Española, y descendientes del Almirante Pascual Cervera, quien comandó a las fuerzas navales derrotadas en 1898.
Una tarja, colocada en la fortaleza San Pedro de la Roca (El Morro), Patrimonio de la Humanidad, ubicado a la entrada de la bahía, da fe de los valores históricos y culturales que avalan el otorgamiento de la condición de Monumento a los siete pecios —cinco españoles (Furor, Plutón, Almirante Oquendo, Vizcaya, y Cristóbal Colón) y dos norteamericanos— que descansan a lo largo de unos 120 kilómetros de costa santiaguera.
En recordación y tributo a quienes ofrendaron la vidas en la defensa de sus ideales fueron coladas sendas ofrendes florales, del pueblo de Cuba, a los patriotas cubanos y a los marinos españoles.
La ceremonia de declaración formó parte del desarrollo del Simposio internacional de la actividad subacuática en Cuba (Simposub 2015) que del primero y hasta el cuatro de julio se desarrolla en Santiago de Cuba como parte de las acciones que tienen lugar en la Ciudad Heroína de la nación en el contexto de las celebraciones por sus 500 años de fundada como villa, el 25 de julio de 1515.
La batalla naval de Santiago de Cuba marcó un hito y un punto de giro en la historia universal en tanto desencadenó el fin del dominio español de ultramar y abrió las puertas al surgimiento del imperio norteamericano.
