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Referente histórico para análisis actuales

 

No es muy conocido que a finales del siglo XIX, en el fragor de la guerra que libraban los patriotas cubanos para independizarse del yugo colonial español, en Estados Unidos, que contemplaba codiciosamente a la Isla desde comienzos de ese siglo, se compusieran canciones en las que se ponía en boca de los cubanos el reclamo de intervención en la contienda del poderoso vecino del Norte.

Bastan dos ejemplos: la letra de la canción ¡Cuba debe ser libre!, expresaba: “Una voz llega sobre las aguas a la orgullosa tierra de Columbia/ Nos trae un grito de súplica a nuestra gran nación” y otra, titulada El ejército navegará en breve hacia Cuba, señalaba: “Escuchamos sobre el susurro del viento del Sur/ El llanto de un pueblo que sufre indefenso/ Traído sobre las veloces olas de la corriente del Golfo/ Bríndennos socorro, si no, moriremos”.

Era uno de los tantos recursos que pusieron en práctica los grupos de poder en Norteamérica para situar en las mentes de sus ciudadanos lo que sus gobernantes querían que pensaran y darle validez a sus pretensiones expansionistas, como se precisa en el libro Cuba en el imaginario de los Estados Unidos, del Doctor en Ciencias especializado en historia de Cuba y sus vínculos con Estados Unidos, Louis A. Pérez Jr., cuya versión cubana nos llegó por la Editorial de Ciencias Sociales.

El autor, con una extensa obra investigativa relacionada con nuestro país ha realizado estudios conjuntos con varias instituciones científicas y culturales cubanas y fue merecedor de la distinción académica de la Universidad de La Habana a especialistas extranjeros por su aporte a las Humanidades y las Ciencias Sociales.

Cuba en el imaginario de los Estados Unidos revela con abundantes ejemplos y argumentos, incluidas citas  de influyentes personalidades de la política y la cultura de aquellos tiempos, y con 107 elocuentes ilustraciones y caricaturas aparecidas en diversos medios de prensa de la época, cómo las estructuras de poder de esa nación fueron inculcando en las mentes de los estadounidenses la creencia de que su intervención en la guerra que los cubanos libraban contra España era el cumplimiento de una obligación moral.

Así lo declaró A. D. Hall, citado en el texto, en su libro Its Past, Present, and Future, aparecido en Nueva York en 1898:

“Si alguna vez hubo una guerra que se acometió por motivos puramente humanitarios y sin pensamiento alguno de conquista, es esta. Todo el pueblo de los Estados Unidos estaba de acuerdo en que su propósito era sagrado (…) La guerra puede ser justificada cuando se libra, como es incuestionadamente librada esta, por motivos puramente desinteresados, simplemente guiados por la determinación de rescatar a un pueblo cuyos sufrimientos han llegado a ser insoportables para ellos y para los espectadores. Los Estados Unidos, con su acción, establecieron una lección para el resto del mundo, que este último no tardará en aprender y por la cual las futuras generaciones bendecirán el nombre de América.”

Estos “salvadores” de Cuba pasaban por alto deliberadamente un elemento esencial del conflicto:  la heroica lucha del Ejército Libertador cubano que en condiciones muy desventajosas protagonizaba hazañas guerreras en su desigual enfrentamiento al poderoso ejército de la metrópoli, el cual ya había invertido en la contienda “hasta el último hombre y la última peseta”, sin haber podido doblegar a los cubanos.

No por casualidad que en este empeño propagandístico de que ante los ojos de los estadounidenses apareciera como loable la intervención, se apelara a la figura de la mujer. El “vecino” que estaba soportando frente a sus costas los mayores sufrimientos se representaba en las ilustraciones y caricaturas con figura femenina, a veces acompañada de niños de los cuales se abusaba, y  España aparecía como el abusador de los más débiles y vulnerables.

Así parece reiteradamente en el más de un centenar de ilustraciones que recoge en su libro Louis A. Pérez Jr. En una imagen publicada en el Baltimore Morning Herald el 12 de marzo de 1898 aparece el representante del Tío Sam en actitud desafiante frente  al español, diciéndole: “Desde ahora yo cuidaré de esta señora”, y a su lado tenía a una mujer cubana con un grillete al tobillo. Otra titulada ¡Alto!, publicada en Chicago Tribune de marzo de ese año refleja a un soldado estadounidense amenazando con su espada al ibérico para proteger de este a una mujer caída en el suelo.

Más aviesa resulta la caricatura aparecida en Puck el 7 de septiembre de 1898, ya consumada la intervención,  en que aparece el Tío Sam portando una enorme bandera de su país mientras protege a Cuba representada nuevamente por una mujer. La diferencia es que en el fondo aparecen, en actitud asustadiza, un grupo de patriotas mambises y las palabras que se ponen en boca de ella no dejan lugar a dudas: ¡Sálveme de mis amigos!, y a continuación expresa un texto: “Tomar Cuba de España fue fácil. Preservarla de los cubanos exageradamente patriotas es otra cuestión”.

Junto a sus demoledores argumentos acerca del papel de la campaña manipuladora de las conciencias de los estadounidenses hasta convertirla en paradigma, el autor del libro apunta que no existe razón para dudar de la autenticidad del sentimiento público, de la simpatía popular que alcanzó en los más diversos sectores de la ciudadanía  la causa cubana que llegó a ser profundamente sentida y apoyada.

Los decisores de la política de Estados Unidos se inmiscuyeron por tanto en la guerra hispano cubana con el apoyo del pueblo norteamericano que fue “preparado” convenientemente para ver con buenos ojos este hecho, cuyas intenciones eran muy distintas a las esgrimidas en la campaña manipuladora, como lo subraya el autor de la obra: “Independientemente de la creencia popular en aquellos tiempos̶  y después̶ , las fuerzas militares de los Estados Unidos no llegaron a Cuba ni como aliados del ejército cubano ni como agentes a favor de la independencia de Cuba. Llegaron para promover los intereses nacionales de Estados Unidos.”

El libro Cuba en el imaginario de los Estados Unidos se convierte por tanto en una obra de obligada lectura para comprender los orígenes de las relaciones entre nuestros dos países y del diferendo que ha llegado hasta nuestros días.  El enjundioso referente histórico que nos ofrece contribuye a prepararnos para los desafíos que implica para los cubanos la futura normalización de relaciones con el poderoso vecino del Norte.

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