Ese indicador está constituido por el valor monetario de todos los bienes y servicios finales (contempla beneficios totales de la salud, educación, deporte, cultura…) originados en un año.
Para el actual, como se conoce, está previsto un crecimiento del 4 por ciento. De acuerdo con la información más reciente, emanada de la reunión del Consejo de Ministros, en el primer semestre, a punto de finalizar, aumentará poco más que ese porcentaje.
Según trascendió, todas las actividades crecen en comparación con igual período del 2014. Las cifras más elevadas están en las industrias azucarera y manufacturera, la construcción y el comercio. No obstante, existen incumplimientos en el transporte, almacenamiento y comunicaciones.
Dos factores esenciales están lacerando el comportamiento del Pib: problemas con la transportación de cargas y el ya previsto incumplimiento de 7,7 % en la ejecución de las inversiones, similar a lo sucedido en años anteriores.
Este último aspecto deviene inconveniente serio, pues en la materialización de proyectos está sustentado en buena medida el imprescindible desarrollo de nuestra economía.
No puede dejarse de tener en cuenta las dificultades que el país afronta para disponer de finanzas libremente convertibles con el fin de adquirir lo necesario en el inconstante mercado internacional. Sería iluso desconocer las reiteradas negativas para disponer de créditos bancarios, a causa de las presiones consustanciales con el bloqueo económico, comercial y financiero del Gobierno estadounidense; la persecución de los intentos y solicitudes de obtenerlos en cualquier parte del mundo, y las sanciones millonarias impuestas unilateralmente cuando alguna mano se tiende para colaborar con nuestro país.
A esos elementos de influencia deben agregárseles incumplimientos y gestiones ineficientes en la economía interna, fundamentalmente en empresas estatales. Un número notable de ellas registran pérdidas anualmente en el balance financiero y constituyen, de hecho, una carga pesada para el Estado. A pesar de existir una definición clara en los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución (números 17 y 18), no aparece la solución definitiva.
En los últimos seis años, a partir del 2009, se aprecia un comportamiento discreto del Pib cubano, el que ha oscilado en el rango de 1,3 % (2014) a 3,1 % (2012). El propósito de alcanzar un 4 % este año debe marcar el inicio de un ascenso imprescindible, estable y que esté a tono con las transformaciones económicas que se ejecutan, una mayor independencia de las empresas, el fortalecimiento del sector no estatal y el indispensable crecimiento y desarrollo de una rama básica: la agrícola.
Sin embargo, no en todos los centros laborales los colectivos han interiorizado el papel que le corresponde desempeñar a cada uno para contribuir a materializar ese propósito. Como se ha insistido en más de una ocasión, el crecimiento del Pib se garantiza en cada puesto de trabajo y el aporte de todas las entidades, independientemente de su tamaño u objeto social, resulta crucial.
Es cierto que ese porcentaje previsto y posible de alcanzar no permitirá aún que se note en la economía de la familia cubana, lacerada por los bajos salarios en relación con los elevados precios de la mayoría de los productos y servicios, pero será un paso fundamental en el empeño de avanzar en pos de un mayor desarrollo y el fortalecimiento de nuestro socialismo.
El gran reto está ahí, formado por solo tres palabras: producto interno bruto.