Seguir de cerca el accionar de la selección masculina cubana de voleibol causa mareos. Los constantes altibajos en el rendimiento individual y colectivo, visibles problemas de actitud y algunas malas noticias que merodean el mondoflex generan lógico desconcierto.
Sin jugar del todo bien, la formación dirigida por Rodolfo Sánchez venció el viernes a su similar de Argentina con pizarras de 25-20, 25-21, 20-25 y 25-21. Parecía posible comenzar a recuperar algún terreno en el grupo C de la XXVI Liga Mundial, y sobre todo ofrecer mejores demostraciones a una afición que anda decepcionada.
Sin embargo, el sábado el elenco volvió a enseñar su peor cara y sucumbió ante los gauchos por la vía rápida, con marcadores de 23-25, 18-25 y 21-25. Más que dificultades en la recepción, el pase y el servicio, muy preocupantes en tanto debieran menguar y parecen crecer; lo peor fue apreciar desgano y falta de voluntad, algo incompatible con la historia y el carácter de nuestro voleibol.
Es cierto que Rolando Cepeda no pudo liderar como de costumbre, y que Osmany Uriarte y Javier Jiménez actuaron a media máquina. Es verdad que si ellos no halan juntos las opciones de triunfo son escasas, pero cansarse o rendirse está terminantemente prohibido.
Con solo mirar hacia el graderío del coliseo de la Ciudad Deportiva uno calcula el tamaño del problema que afrontamos. Cada asiento vacío es una crítica, un señalamiento implacable, demoledor.
La clasificación a la final del nivel dos liguero resulta ya imposible. Pero jugar fuerte y con mayor calidad es una necesidad para cerrar la justa con alta moral, y aterrizar con buena cara en Toronto, sede en julio próximo de los XVII Juegos Deportivos Panamericanos.
Hay que crecer, además, para que la caída financiera sea menos estrepitosa —recuérdese que esta lid funciona bajo estrictas reglas comerciales— y los decisores apoyen la participación en la Copa Panamericana de Reno (EE.UU.), en agosto venidero, donde se entregarán las plazas de Norceca para la Liga Mundial del 2016. Hasta ahora no hay garantías de ello por razones económicas.
No es ocioso insistir en que marcharnos del clásico anual sería un golpe demasiado severo, sobre todo ahora que avanza la contratación de figuras en ligas profesionales.