Respirar es la acción más inconsciente y repetitiva que realiza cualquier ser vivo al llegar a la vida.
Cuando la ventilación se torna pesada y cansona, y comienzan los silbidos y la sensación de opresión en el pecho, algo anda mal. En circunstancias como estas, los niños son los que menos saben comunicar la situación.
El asma bronquial es definida como una enfermedad crónica respiratoria e inflamatoria de origen multifactorial, y se caracteriza por hiperreactividad bronquial, lo que genera la sensación de falta de aire; esta inflamación causa sofoco torácico y tos, síntomas que se asocian habitualmente a un grado variable de obstrucción de las vías aéreas.
Según la Organización Mundial de la Salud este mal parece ir en ascenso, aunque existen discusiones sobre si se trata de un aumento real de la prevalencia o es que se diagnostica más y mejor a los niños con crisis respiratoria.
Esta enfermedad, de conjunto con los procesos alérgicos, constituye el principal padecimiento de los infantes cubanos en la actualidad. De acuerdo con los especialistas, no llega a ser un problema de mortalidad, pero se trabaja en función de reducir su morbilidad (severidad con que se presenta), y para mejorar la calidad de vida.
Es de la primera causa de ingreso hospitalario de los menores de edad en el país, y también la primera razón de ausentismo escolar por enfermedad crónica; se estima que 10 de cada 100 niños en Cuba han sufrido un episodio asmático.
Entre las enfermedades no transmisibles es también la principal causa de ingresos médicos; el costo económico y social que genera es considerable debido a la huella que deja en los familiares de los pacientes.
¿Qué hacer para prevenir el asma? Con el objetivo de individualizar la atención a los menores de edad dentro del resto de los asmáticos, en el año 2005 se fundó el grupo nacional de atención integral al niño y adolescente asmático, por orientación de la dirección nacional del Programa Materno Infantil (Pami).
La doctora Dania Fabré Ortiz, coordinadora del grupo, explicó a Trabajadores que “los especialistas tratan de mejorar el estado de salud de los pequeños; de que puedan asistir a la escuela, participar en actividades de la familia, dormir bien, hacer educación física y jugar satisfactoriamente como sus compañeros”.
Uno de los logros más significativos de este programa es la creación de una escuela para pacientes asmáticos, que tiene entre sus misiones la de educar a los niños y sus familiares sobre cómo convivir con este padecimiento.
Su sede es el hospital pediátrico Juan Manuel Márquez, de Marianao, en la capital; allí se les enseña a esas personas qué es el asma, por qué se produce, cuáles son los cambios que ocurren en el pulmón durante la crisis, y qué medicamentos usar de la mejor manera posible, ya que en ocasiones el empleo de los inhaladores no es el adecuado.
Las miradas de los farmacólogos actualmente se centran en crear medicamentos más óptimos y menos dañinos para la prevención, pues su tratamiento es complejo a pesar de los avances de las últimas décadas.
Durante el recién concluido congreso Cuba Alergia 2015, se demostró que el panorama epidemiológico del asma en la nación ha cambiado favorablemente. Los progresos, de acuerdo con la especialista, son fruto de la voluntad de las autoridades de salud, que han priorizado la introducción de nuevas opciones terapéuticas y de prevención impulsadas hacia los diferentes grupos poblacionales.
“Hoy llegan a nuestros centros médicos niños con menos crisis agudas, lo cual denota que se está trabajando satisfactoriamente para reducir la enfermedad, y que la preparación en los pacientes y en sus familiares va cobrando más auge”, destacó la experta.
Un factor que ubica a la nación caribeña en desventaja con otras es la condición climática. Los países con clima húmedo muestran unas tasas de incidencia mayores a los de clima seco.
De acuerdo con la doctora Fabré, contribuyen a la severidad de las crisis los alérgenos inhalados, infecciones respiratorias virales e irritantes primarios e inespecíficos. El tabaquismo, el polvo y los animales domésticos; los malos hábitos alimentarios, la obesidad, el sedentarismo y las condiciones ocupacionales que pueden resultar agresivas al paciente asmático, son otros factores de riesgo que deben evitarse.
“La población debe entender que el asma bronquial no tiene cura, de ahí que nuestros esfuerzos tienden a dirigirse a mejorar el estado de salud y la calidad de vida de los pacientes. Es una tarea de conjunto, pero la batalla se gana desde la casa”.
Para prevenir el desarrollo de esta enfermedad en las edades más tempranas, los médicos también promueven la lactancia materna exclusiva al recién nacido en los primeros seis meses de vida, evitar la incorporación de elementos alérgicos durante el primer año y evadir infecciones respiratorias virales mediante la vacunación anti- Haemophilus influenzae.
La mejor manera de prevenir el asma es aumentando los conocimientos en la población; educar a los más pequeños y sus familiares resulta entonces la cura más efectiva para estos tiempos.