Golpear al niño no es un método para educar. Ningún argumento puede ser esgrimido por los padres para justificar esta forma de reprimir lo mal hecho, cuyas consecuencias suelen ser nefastas, pues crea en los menores un sentimiento de rebeldía, en extremo peligroso.
Con una simple amonestación y una educación correcta, el niño no cometerá faltas que obliguen a contener sus acciones con golpes y malos tratos.
Debe analizarse el estado en el cual se encuentra el pequeño cuando incurre en algún error: si responde o no a un momento de excitación.
Hay madres y padres que la emprenden a golpes con sus hijos si estos destrozan varios objetos; sin embargo, cuando rompen uno solo, no lo regañan. La reprimenda nunca debe estar en correspondencia con el número de cosas que dañe, pues según la edad, esa tendrá o no un fin educativo.
A un niño pequeño no debemos obligarlo a permanecer sentado más de cinco minutos, ya que su propia naturaleza inquieta lo llevará a incumplir la norma disciplinaria impuesta.
Los progenitores cuidarán de no pegar, y muchísimo menos si están muy molestos. Es mejor esperar a serenarse y, luego, tomar la medida correcta.
Lo importante es inculcarles, de manera persuasiva y cariñosa, lo que esperamos de ellos; esto se consigue estableciendo normas que los guíen en cada momento. | Tomado del libro Alfabeto de Mamá y Papá, de Marilys Suárez