La nación centroamericana cuenta con las mayores fuentes de agua dulce de la región y a pesar de ello sufre una de sus peores crisis del recurso en los últimos 50 años, problema alimentado por la variabilidad climática y agudizado por la deforestación y la degradación de los suelos.
Managua, es la capital del país y el líquido es también parte de su nombre, su población representa algo más de 1,6 millones de habitantes y es quizás donde más se percibe la falta de agua porque las protestas de barrios enteros en las calles ocupan grandes espacios en los medios de comunicación.
Pero la ausencia del servicio se extiende por todo el país y amenaza el nivel de vida de sus 6,1 millones de habitantes, sobre todo los que habitan en zonas rurales.
Arístides Álvarez, miembro de la red no gubernamental Comités de Agua Potable y Saneamiento, explicó a la agencia IPS que en las zonas rurales del centro y occidente del país miles de familias sufren la escasez porque se abastecen de pozos y ríos que se han secado.
El activista comunitario señaló que en algunas comunidades del departamento de Chinandega, a 140 kilómetros al noroeste de Managua, se secaron tres ríos que abastecían al menos a mil 300 familias rurales, en la temporada seca, que abarca de noviembre a mayo.
Según Álvarez, las familias rurales esperan con desesperación que caigan las lluvias de la temporada húmeda, que inicia en mayo y concluye a finales de octubre. Pero durante este mes han sido pocas y esporádicas las precipitaciones.
Ruth Selma Herrera, expresidenta ejecutiva de Empresa Nicaragüense Acueductos y Alcantarillados (Enacal), destacó a IPS que uno de los problemas que afecta el acceso de la población al agua es la baja inversión en el sector. “Se necesitan al menos 150 millones de dólares para modernizar la red de distribución, porque las tuberías están obsoletas y las pérdidas por esa vía son altísimas”.
Lo más lamentable es que mientras los nicaragüenses aspiran a que la situación se normalice, el Centro de Predicciones Climáticas del Servicio Nacional de Meteorología de los Estados Unidos, ha pronosticado que la probabilidad de que el fenómeno de El Niño/Oscilación del Sur (ENOS) afecte al país y la región centroamericana alcanza nada menos que un 90 por ciento.
La alerta de una nueva sequía preocupó a la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social, por la situación alimentaria y nutricional de la población del llamado Corredor Seco de Nicaragua, que cubre 33 de los 153 municipios del país y comprende los departamentos de León y Chinandega (noroeste), Estelí, Madriz, Matagalpa y Nueva Segovia (norte).
Esta problemática puede desencadenar la disminución del consumo y producción de alimentos por pérdidas de granos básicos y muerte de ganado debido a la sequía, como ocurrió el año pasado en estas zonas donde se concentran más de un millón de habitantes. El temor fue presentado al Gobierno en abril en un informe de coyuntura económica 2015.
A pesar de que el país cuenta con los dos mayores lagos de América Central, el lago de Xolotlán, con mil 52 kilómetros cuadrados y el lago de Cocibolca, con 8 mil 138 kilómetros cuadrados; y posee además 26 lagunas, más de 100 ríos, cuatro embalses y cinco de las 19 cuencas centroamericanas más grandes, diversas organizaciones especializadas señalan que la degradación de los suelos nicaragüenses alcanza un nivel 10 veces superior al máximo establecido técnicamente como permisible para que mantengan su productividad, lo que afecta a las fuentes de agua y lo seguirá haciendo.
El nivel máximo de tolerancia de pérdida de suelo en el país es de cuatro toneladas por hectárea cada año, degradadas por malas prácticas agrícolas y ganaderas. Pero la pérdida es de 40 toneladas anuales, reveló el investigador del Centro Internacional de Agricultura Agraria (CIAT), Carlos Zelaya, durante unas jornadas ambientales en Managua en el mes de mayo.
La situación constituye una alarma para la nación centroamericana que como bien dijera el ambientalista Incer Barquero si no se revierte esa práctica, “en menos de 50 años dejaremos de llamarnos Nicaragua y el agua será un recuerdo”.
(Con información de IPS)