Tengo dos amores en mi vida, mi familia y mi patria, confesó una cubana excepcional que el pasado sábado dejó de existir a los 105 años (1909-2015).
Sorprende que haya podido sobrepasar la centuria alguien que tuvo una participación activa en la última etapa de lucha por la liberación de su pueblo en las duras condiciones de la clandestinidad que significaba someterse a los riesgos de ser apresado por las fuerzas represivas de la dictadura, sometido a torturas y hasta asesinado. Tales peligros los enfrentó esta mujer a pesar de que ya había arribado a la edad madura, y con su profesión de maestra dio a sus compatriotas la mejor de las lecciones: la de involucrarse en esa batalla junto a uno de sus amores, sus hijos, uno de los cuales murió en el empeño.
Y ella no solo combatió junto a los suyos sino llegó a convertirse en dirigente del Movimiento 26 de Julio en la antigua provincia de Las Villas y cuando se vio obligada a partir al exilio asumió la responsabilidad de coordinadora de la organización en Caracas, Venezuela. Como reconocimiento a su compromiso de aquellos años, después del triunfo se colocó en su casa, seguro refugio de revolucionarios y centro conspirativo, una tarja que la califica de Baluarte de la lucha contra Batista.
Bastaba esa contribución de Margot para que ganara un lugar cimero entre las mujeres que han hecho un aporte decisivo a nuestra historia, pero el quehacer de esta fémina incansable apenas comenzaba: vinieron los tiempos de fundadora de la Federación de Mujeres Cubanas y miembro de su ejecutivo, de incorporarse como la primera en las Milicias Nacionales Revolucionarias, de sumarse a la obra educacional de la Revolución en las más diversas responsabilidades, de convertirse en fundadora del Partido…
Así, con pasión y entregando todas sus energías a la patria, el otro de sus grandes amores, vivió sus 105 años Margot Machado.