Por: Ariadna A. Pérez Valdés y Ana Margarita González
“La mayoría de los muchachos llegaron fumando al taller. En los primeros tiempos salían a la calle en los horarios de las meriendas y encendían su cigarro, pero ya no, poco a poco y con mucho empeño hemos logrado que dejen, o al menos reduzcan ese vicio”.
Así lo asegura Nerta María Betancourt, la maestra jubilada que junto a su esposo creó Decoram, una pequeña empresa familiar dedicada a hacer elementos decorativos de construcción, en el reparto capitalino Río Verde, en el municipio de Boyeros.
“Un día aprovechamos y decidimos que no se podía fumar en ninguna de nuestras aéreas; ni siquiera los clientes. Quizás es que en nuestra familia nadie fuma y rechazo el humo del tabaco, o porque conservamos el alma de maestros”, afirmó Víctor Cortina, el jubilado emprendedor que comenzó haciendo adornos para su propio hogar y hoy tiene un emporio de belleza, eficiencia y disciplina.
“No fue una decisión impuesta, comenta. Somos como una gran familia; la mayoría de nuestros trabajadores son jóvenes y les explicamos los daños que implican para su salud el cigarro, los perjuicios económicos.
“Además no hay ningún cartel que anuncie la prohibición de fumar, los que lograron dejar el vicio se sumaron a nuestro ‘discurso’ y ese ejemplo imprime más fuerza al legado que les estamos inculcando”.
Cuando hicieron el reglamento del taller, que se discutió con el colectivo, incluyeron la prohibición de fumar. “Lógicamente se les informa a los nuevos y aunque todos estuvieron de acuerdo, nos quedan dos o tres con ese nocivo hábito, pero fuman pocos cigarrillos durante el día”, comentó Nerta.
Víctor, que es un apasionado de la pedagogía, contó: “Cuando yo sorprendía a alguno fumando mientras trabajaba, le decía: ‘¿ves que tienes un brazo menos, que tu productividad baja, porque estas labores requieren de tener activas las dos manos?’ Cuando hay resistencia la vencemos con la constancia”.
Es difícil pero se puede
Si se juntan las voluntades, las presiones, los vicios ceden. Yiorbis Delis Sarmiento nunca ha fumado y se convirtió en un activista contra ese peligroso hábito, porque “quienes estamos cerca de ellos nos convertimos en fumadores pasivos y dicen que ese humo perjudica tanto o más que el consumo directo”.
Adrián Almarales Vega, quien adquirió el vicio desde los 13 años, no ha podido desprenderse totalmente de él: “Llevo tres años trabajando aquí; me molestó aquella decisión de que no podíamos fumar, pero me quedé. Poco a poco lo he ido dejando; enciendo uno por la mañana y otro por la noche.
“Sé que tiene mucho de bueno esa prohibición, ya no me canso tanto en el trabajo. Antes por cualquier cosa estaba sofocado y hasta tenía que parar por la necesidad de prender un cigarro. Rindo mucho más y molesto menos a otras personas”, aceptó Adrián.
Sin embargo, Luis Orlando Batista Sánchez sigue fumando, dicen que era como una chimenea y se pasa la vida peleando por la medida administrativa, pero “yo quisiera dejarlo, es difícil y hay que tener mucha voluntad; ya me ha ayudado en algo reducir la cantidad, voy a seguir esforzándome para dejarlo, porque tengo en contra a mi jefa, a mi mamá y a mi novia; ellas tienen razón y es un dinero que se pierde”.
Cuidar la salud de los trabajadores
La labor de prevención o de cuidado de la salud de los trabajadores no se limita al hábito de fumar, sino a otros aspectos que mucho intervienen en la labor que desempeñan los jóvenes integrados a Decoram, quienes hacen fuerzas, laboran con materiales agresivos como el cemento, el polvo de piedra y otros elementos de construcción.
Nerta refirió que también exigen el uso de medios de protección como fajas, guantes, mangas largas, nasobucos, espejuelos y hasta pañuelos para cubrir el cabello en el caso de las muchachas, en dependencia de la labor que realice cada uno. “Algunos de estos utensilios se los proporcionamos nosotros, y otros los consiguen ellos mismos; la calidad conspira contra el tiempo de duración y hay algunos medios como los vagones que son difíciles de adquirir. Hay que evitar que el trabajo por cuenta propia desarrolle el egoísmo, el individualismo, por eso los educamos”, dijo.
Inés María lleva un mes laborando en el taller y al igual que sus compañeros, respeta las medidas higiénico- sanitarias que se exigen por el bien de todos. Ella es la pantrista y sus funciones van desde preparar el café de la mañana hasta las meriendas que hacen varias veces al día.
“El pañuelo en la cabeza, el delantal, los guantes y el nasobuco son accesorios imprescindibles en un área tan sensible como la cocina, y más en un lugar donde los áridos son la materia prima fundamental. Lavarse las manos frecuentemente es otro de los hábitos que ya tenemos incorporado”, afirmó.
La de Decoram es de las primeras secciones sindicales constituidas por trabajadores por cuenta propia en el sector de la construcción. En sus asambleas de afiliados discuten sobre la salud y seguridad del trabajo, y la necesidad de mejorar los medios para garantizarlas.
Y sin descuidar un detalle, Nerta explica: “También fomentamos en ellos el amor por la naturaleza; los muchachos son responsables de cuidar el entorno, que se mantenga todo verde. Deben evitar la contaminación lo más posible, cuidar las plantas y por las tardes un trabajador baldea y riega los jardines”.
La experiencia es válida para cualquier otro centro, donde el hábito de fumar perjudica no solo la salud de los trabajadores sino la capacidad y el desempeño en la faena. Hay que pensar e implementar políticas de bien público encaminadas a reducir cada día el consumo de tabaco.