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Tras el rastro de los libros

Trabajadores de la Universidad de Pinar del Rio Hermanos Saíz Montes de Oca recogen los libros abandonados y desechan los que no sirven, que precisan en el centro, sumaron 73 textos de más de 20 títulos.
Trabajadores de la Universidad de Pinar del Rio Hermanos Saíz Montes de Oca recogen los libros abandonados y desechan los que no sirven, que precisan en el centro, sumaron 73 textos de más de 20 títulos.

Por estos días, los almacenes en mal estado que dieron origen al trabajo Cementerio de libros se encuentran vacíos y las áreas aledañas limpias de los textos desparramados por doquier.

Por fortuna para todos no llovió antes y se rescataron de la destrucción segura la mayoría de los ejemplares, entre los cuales estaban, clásicos como Crimen y Castigo y Macbeth, así como Metodología de la Investigación y  La Investigación de la Comunicación de Masas.   

Desde el día 12 de mayo la Universidad de Pinar del Río Hermanos Saíz Montes de Oca (UPR) creó una comisión para revisar el inoportuno escenario, cuyas respuestas Trabajadores esperó para completar el seguimiento al tema.

Los ejemplares en cuestión, hoy bajo responsabilidad de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanísticas, pertenecieron al Centro Universitario Municipal del municipio de San Luis antes de ser trasladados a la ubicación que dio pie a los hechos conocidos.

Ahora, tras los sucesos, cambiaron nuevamente de lugar, de la antigua área de festejos del Villamil hacia un local habilitado en el espacio de otros almacenes de la institución, todavía sin todas las condiciones adecuadas; pero, al menos, con candado y custodia.

“Movimos camiones de libros en cuatro o cinco días para un local donde radicaba una planta de tratamiento de resina de pino, hasta ver qué solución se le da en el país a este tema de los libros en inventario de las universidades. Allí tampoco están completamente protegidos, pero el ambiente social es más tranquilo”, explicó Yorky Mayor Hernández, rector de la UPR.

Los almacenes en mal estado que dieron origen al trabajo Cementerio de libros se encuentran ahora vacíos y las áreas aledañas limpias de los textos desparramados por doquier.
Los libros se movieron hacia un local habilitado en el espacio de otros almacenes de la institución, todavía sin todas las condiciones adecuadas pero, al menos, con candado y custodia.

Las causas de lo ocurrido son varias. Los custodios fueron movidos a fines del 2014 para reforzar otros lugares sin nada que minimizara posibles riesgos. El término de libros ociosos, como se les llaman a estos, provocó un clima de “confianza” excesiva y en esta va implícito el peligro. También se evidenció la existencia de un problema organizativo y falta de control a distintos niveles que permita chequear la calidad del servicio a los estudiantes en el almacén.

“No accionamos como debíamos porque se nos trasmitió que podían ser cosas de niños, juegos. La Facultad no sabía la situación final. Quizás teníamos que haber ido allí con frecuencia”, añadió Mayor Hernández. Además, continúa, la Facultad de Ciencias Sociales y Humanísticas no interiorizó la responsabilidad con el lugar ni el alcance de las funciones del almacenero.

La dirección de la Universidad asume que faltó percepción en quien debía informar, del que informó, y por parte de los receptores de la información sobre las posibilidades de presenciar un presunto hecho delictivo. En el tema en cuestión se tomaron medidas disciplinarias que van desde amonestación hasta cambios temporales de puesto laboral.

Las necesidades básicas de bibliografía están cubiertas en almacén, consta en las encuestas; pero según indagó Trabajadores en distintos años de la carrera de Periodismo, los estudiantes manifestaron la inestabilidad reinante en su entrega.

Esto provocó el hastío de quienes se dirigieron en varias ocasiones de manera infructuosa a buscar los textos a donde correspondía y terminaron, en muchos casos, estudiando por archivos digitales o materiales conseguidos por los profesores en el departamento de la carrera. Ellos exponen sus deseos de que les sean entregados los libros una vez terminen sus estudios o, incluso, les sean vendidos.

La UPR, explica el rector, se encuentra literalmente atestada de libros ociosos -este término se refiere aquellos sin uso en almacenes-, pues acumula 1 millón 700 mil pesos aproximadamente en base material de estudio, de la cual los textos son mayorías. La cuantía es ingente si se tiene en cuenta que se calcula por el valor de costo de los libros (apenas entre 60 centavos o hasta un peso), indicativo de los pantagruélicos números.

Desde hace unos meses se buscaba solución y como posible recurso se pensó entregarlos a Materias Primas, que, por suerte, no pudo recepcionarlos, si no, la historia sería bien distinta y las pérdidas hubieran sido mayores.

Los textos se almacenan donde radicaba una planta de tratamiento de resina de pino, en espera de otra solución.

“En el almacén central nuestro, donde está el libro protegido, no se moja, hay custodios y todas las condiciones, puede haber decenas de estos inservibles por el deterioro que tienen ya. Tenemos allí los que pueden ser usados por educación media, pero ellos no tienen dinero para pagar”, añade Mayor Hernández.

Una idea plausible que será aplicada  -debió ser la primera opción- es la de entregar gratis una pequeña biblioteca a estudiantes y profesores. Esto, afirman en el centro, se gestaba previo a los incidentes mencionados y cuenta con la autorización requerida.

Los beneficiados son la Facultad en cuestión y la de Ciencias Económicas y Empresariales, porque la mayor cantidad de libros son de sus carreras, las cuales tuvieron elevada matrícula en los municipios. Además, se dejará una reserva para reponer las pérdidas.

No obstante, ilustra el rector, se habla de 30 000 pesos, lo cual no es gran incidencia en el total, aunque lo que importó en la decisión fue priorizar el uso social. Aún quedaría por resolver la situación del resto, algo que ya escapa un tanto de la casa de altos estudios.

Lo que sí está en sus manos es evitar situaciones similares a las descritas. No se trata solo en estos momentos de marcar culpables y dar justificaciones, sino de prevenir futuras situaciones como esta, cumpliendo, simplemente, cada cual con lo que le toca hacer cuando le corresponda. Mejor preservar la bibliografía a mano y no tener que ir después tras el rastro de libros perdidos o destruidos.

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