En una ocasión, Jaime Gravalosa Armenteros, su primer director oficial, sostuvo una interesante discusión con Lázaro, a quien siempre estuvo muy ligado, la cual recientemente rememoró para Trabajadores el compañero Francisco Travieso Damas, veterano dirigente sindical:
“Jaime y Lázaro discutían mucho, pero eran muy amigos, y yo presencié una discusión entre ellos, por lo siguiente:
Lázaro hizo un escrito y se lo dio a Jaime para que lo publicara en Trabajadores. Jaime fue a verlo porque Lázaro tenía una forma de hablar con los trabajadores, en la que a veces reiteraba, haciéndolo de adelante para atrás y a la inversa. En esa oportunidad, le dijo: ‘Mira, Lázaro, esto afea el lenguaje’, porque lo redactó tal como hablaba.
“Entonces sostuvieron una discusión muy interesante; prácticamente una bronca: Lázaro le dijo: ‘Oye, Jaime, esto yo lo escribí y tienes que ponerlo así’, y este le respondió: ‘Esto hay que cambiarlo porque aquí reiteras, y periodísticamente no puede ser así’.
“Lázaro le explicó: ‘Mira, Jaime, tú puedes tener la razón en lo referente a la belleza del lenguaje, al estilo periodístico y todas esas cosas, pero yo la tengo en cuanto al tratamiento con los trabajadores. Mira, lo trabajadores son como son y no como uno quiere que sean, por lo tanto uno tiene que influir en que comprendan. Y para que ellos comprendan hay que hablarles en un lenguaje sencillo; hay que reiterarles y machacarles las cosas, y decírselas de adelante para atrás, y después de atrás para adelante. Y volvérselas a decir, porque lo importante no es que ellos vivan la belleza del lenguaje…’.
“Y con su acostumbrada amplia sonrisa, porque era una persona ecuánime, concluyó: ‘Entonces los trabajadores no necesitan tanto, Jaime, la belleza del lenguaje, como que entiendan las cosas. Entonces, por favor, tú me pones las cosas como las escribí’”.
Era la genialidad de un líder insuperable que sabía cómo acercarse a los trabajadores y llegar a su fibra más íntima. No por gusto Fidel lo definió como el Capitán de la clase obrera cubana.