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Lázaro Peña: Maestro de cuadros sindicales

“Quién lo hizo, quién lo forjó incansable

luchador revolucionario. Lo hizo el pueblo.

Lo forjó su clase sufrida y  explotada… Su escuela

fue la fábrica, el taller, el trabajo, la explotación,

la lucha misma…”

                                                                                                  Fidel Castro

El 29 de mayo de 1911 hubo alegría en el hogar de Evaristo y Antonia. Les nació un robusto niño al que llamaron Lázaro, y que con el decursar de los años se erigiría en paradigma de la clase obrera cubana, en su Capitán, como lo calificara el líder histórico de la Revolución Fidel Castro Ruz.

Luchador en un mundo de injusticias

La niñez de Lázaro Peña González fue triste como la de todo infante pobre y negro de la pseudorrepública. A los 10 años quedó huérfano de padre y pronto tuvo que abandonar la escuela para ayudar a la madre a mantener a sus hermanos.

Fue aprendiz de diversos oficios, entre ellos del de tabaquero en la fábrica El Crédito, donde a los 15 años se hizo operario. Allí ocasionalmente fue lector de galera.

La dura vida como proletario comenzó a revelarle la injusticia del régimen capitalista. Nacieron sus primeras rebeldías. Organizó protestas contra los bajos salarios y fue expulsado de la fábrica. En otra corrió igual suerte.

Con solo 18 años ingresó a las filas clandestinas del primer Partido marxista de Cuba y en 1933 fue elegido miembro de su Comité Central.

Lázaro Peña resultó un constante luchador por las reivindicaciones económicas y sociales del proletariado y luego del fracaso de la huelga revolucionaria de marzo del 35 batalló por la unidad y reconstrucción del movimiento sindical, lo cual cristalizó en la celebración del Congreso Constituyente de la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC).

Hasta su disolución fungió como secretario general e hizo de esa organización la única central sindical de la isla, a través de la cual fortaleció la unidad entre el movimiento obrero y el Partido Comunista. No es de extrañar que junto a él se desarrollaran luchadores de la talla de Jesús Menéndez y Aracelio Iglesias y varias generaciones de cuadros sindicales.

Por sus cualidades como líder obrero sobresalió además en la arena internacional, en tanto contribuyó a crear la Confederación de Trabajadores de América Latina y al constituirse en 1945 la Federación Sindical Mundial estuvo entre sus fundadores y ocupó diversos cargos hasta el de vicepresidente, responsabilidad que mantenía al morir.

Es por eso que evocar su vida es incursionar en la historia del movimiento obrero cubano y también en la de los obreros y sindicalistas del orbe.

Los hechos y quienes le conocieron atestiguan que no supo de la claudicación a pesar de sufrir encarcelamientos, persecuciones, torturas y hasta amenazas de muerte.

Luego del triunfo de la Revolución cubana su entrega a la causa sindical cobró otra esencia y a ello se entregó. Y aunque dejó de existir el 11 de marzo de 1974, a las 10 y 40 de la noche,  todavía vive el ejemplo del veterano dirigente sindical, paradigma  de disciplina, anegación y bondad.

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