El edificio que contornea la esquina de las calles Enramada y Santo Tomás, en el concurrido centro de la ciudad santiaguera, parece predestinado a llamar la atención.
Tal vez sea por su nombre, “Imperial”, o por el imponente porte ecléctico de su fachada, quién sabe si por llevar la impronta de uno de los más afamados arquitectos del patio, Carlos Segrera Fernández… el caso es que este hotel no pasa desapercibido. Ni siquiera fue así durante los años de total abandono, ni tampoco ahora que renace ante la expectación de aquellos que ya desean verlo reabierto como hotel cuatro estrellas, de 39 habitaciones y servicios de restaurante, bar-cafetería, parrillada, y terraza polifuncional.
Fue a partir de junio de 2014 cuando comenzó el rescate de esta joya de la arquitectura santiaguera, pulida con esmero para obsequiarla a la ciudad en los días del jubileo por los 500 años de su fundación como villa, aún cuando el tiempo y ciertas complejidades pendan como espada de Damocles sobre los 140 trabajadores de Emprestur Santiago que allí se emplean.
¿Se termina, o no? ¿He ahí el dilema?
Cada santiaguero que lee el cartel ubicado en una de las paredes del inmueble: “fecha de terminación 25 de julio de 2015”, abre grande los ojos, levanta las cejas y repite la misma pregunta, ¿se termina?
Y es que desde afuera parece que no se “avanza” al ritmo que impone el almanaque, pero más allá de la cerca perimetral que divide el paso de los transeúntes de la calle Enramadas del ajetreo de los protagonistas, la voz de ellos dice otra cosa.
“El compromiso es entregar en tiempo, asegura el joven ingeniero José Borrero, ejecutor de obra, y el esfuerzo de todos está puesto en ello, incluso en doble turno de trabajo.
“De manera individual y colectiva nos sobreponemos a los tropiezos, esos nunca faltan, particularmente en una obra compleja como esta, de remodelación de un edificio de varios años de explotación y desuso, ubicado en una zona con características urbanísticas que se tornan barreras a la agilidad, por ejemplo, si está un camión descargando materiales la concretera se detiene por falta de espacio para moverse.
“Pero sobre la marcha se ajustan las cosas y cada cual (carpinteros, plomeros, albañiles, masilleros, restauradores) sabe lo que le toca y la calidad con la que le toca hacerlo”.
Tal premisa parece lección asumida no solo por la fuerza de Emprestur Santiago sino también por quienes a pie de obra representan a otras instituciones que apoyan el renacer del Imperial, dígase el Ministerio del Interior, la “Marcel Bravo”, Geysel, el Fondo Cubano de Bienes Culturales y Caguayo.
Con el esfuerzo de todos
José Galbán y Luis Sandry Matos comparten algo más que el origen guantanamero; dar sus energías al impulso que requiere el hotel los ata con lazos muy especiales de “profe” y alumno, y les hace más significativa la presencia en tierra santiaguera.
“Somos de la UEB Guantánamo, perteneciente a Emprestur Santiago, y nos satisface estar aquí aunque lejos de la familia; contribuir con los cinco siglos de esta ciudad es un privilegio”, asegura José mientras observa y corrige la labor de Luis, quien se entrena como aprendiz de albañil desde hace siete meses.
“En lo particular disfruto mucho enseñar, transmitir el conocimiento y la experiencia que tengo, incluso bajo la presión de avanzar bien y rápido, pero ello no es obstáculo que limite la preparación de este y otros muchachos”.
De ese modo lo percibe Luis Sandry, quien recién inicia su vida laboral y confiesa saberse “con suerte de ser aprendiz de albañil en este hotel”.
Afortunados se sienten también Danilo Alcolea y David Mayeta, restauradores del Fondo Cubano de Bienes Culturales, hombres acostumbrados a dar el “toque de gracia” a los detalles ornamentales, esos que sobresalen y dan un matiz especial al Imperial, principalmente a la fachada, con sus amplios balcones, los capiteles de las pilastras adosadas, los dinteles rectos, los pilares, y más.
“Todo con bastante deterioro, asegura Danilo, por ejemplo, de los más de 700 balaustres del balconaje solo es recuperable un 30%, el resto hay que sustituirlos, y en eso estamos”.
Bajo la estrategia constructiva de ir avanzando en la terminación desde los pisos superiores hacia abajo se trabaja en este hotel, lo mismo a pleno día que con la ayuda de potentes reflectores.
Noveles y experimentados se entremezclan en su quehacer, bien en la instalación de las redes hidrosanitarias y eléctricas, el resane y enmasillamiento de paredes, la colocación de paneles divisorios en las habitaciones, o la terminación del foso que servirá de base al ascensor.
Cada detalle se chequea y supervisa con rigor, algo que agradecen los trabajadores de allí, los mismos que adolecen de una oportuna estimulación moral por parte del Sindicato, urgido de un papel más protagónico y activo en una obra distintiva dentro de las muchas que hoy se ejecutan en Santiago de Cuba, ciudad que aspira a lucir en su cumpleaños 500 una joya a la altura del Imperial.