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Vivir a lo grande

| foto: Roberto Carlos Medina
| foto: Roberto Carlos Medina

En el mundo actual los seres humanos tendemos a ir al desenfreno y a la exageración. Constantemente se sabe de las luchas contra los alimentos rociados con fertilizantes y plaguicidas, refrescos con aditivos químicos, y ni hablar del camino directo al sedentarismo.

Los cubanos no estamos exentos de esto, y al mismo tiempo vemos las técnicas para adelgazar como algo de otro planeta. Sin embargo, José Ignacio Frade tuvo noticias de la dieta macrobiótica a través de un programa de la televisión nacional. Atento a cuanto explicaron los especialistas interiorizó los conceptos y se vinculó a la consulta de referencia en el Instituto Carlos J. Finlay, de La Habana.

Este estilo nutricional separa las comidas en dos extremos, yin y yang; en el primero están aquellas cuya energía es caliente, tonificante y contractiva como los cereales, las carnes, las legumbres, la sal, los pescados y las viandas. Las segundas son las de energía fría, dispersante y debilitante como el azúcar, la miel, los lácteos, las frutas.

Los practicantes de dicha disciplina necesitan de los dos polos para lograr un equilibrio mental, físico y nutricional, además de considerar ingerir alimentos que no sea procesados, más naturales y tradicionales como los productos cultivados de forma orgánica.

El doctor Vladimir Ruiz, bioquímico y especialista en el tema, argumentó que la macrobiótica que empleamos en Cuba no necesariamente utiliza los ingredientes que muchos llaman indispensables, como son el té bancha, el azuki y el aceite de ajonjolí.

“Durante el I Congreso sobre el asunto, efectuado en Guinea Ecuatorial, la delegación cubana presentó cinco métodos denominados MA–PI, que se sustentan básicamente en cereales, hortalizas y leguminosas, los cuales aparte de ser seguros desde el punto de vista nutritivo son sencillos de preparar y viables para la economía doméstica.

“De acuerdo con dichos principios, derivados de la escuela de Mario Pianesi, pionero de la macrobiótica italiana, se utilizan como base el arroz integral, las hortalizas y fríjoles; las carnes blancas, los frutos secos, las algas marinas, algunos postres simples, el agua de manantiales y la sal marina”, expuso el doctor Ruiz.

¿La macrobiótica como solución?

“El primer consejo que los médicos te dan es que uses productos naturales en la alimentación, preferiblemente vegetales, y que no tomes agua fría. Uno de los especialistas italianos que promovió esta dieta en Cuba, que tuvo el diagnóstico de cáncer de colon a los 22 años, ha sobrevivido con ella y ya tiene más de 70”, comentó José Ignacio.

Como todo en la villa del señor, la macrobiótica genera una polémica casi constante acerca de sus efectos y aplicación. Algunos críticos plantean que este estilo de vida puede producir anemia, desnutrición, déficit de calcio y deshidratación, debido a la reducción del consumo de líquidos. “Estos argumentos no son certeros, pero cuidado: esta dieta tiene que ser necesariamente controlada por un médico”. Los especialistas cubanos insisten y apoyan sus beneficios, basados en investigaciones y ensayos clínicos desarrollados en el país, afirmó el doctor Ruiz.

“Cuba cuenta con un centro rector en la materia, el Instituto Carlos J. Finlay, donde se realizan desde hace varios años estudios en pacientes con diferentes enfermedades como asma, diabetes mellitus, obesidad, hipertensión, hepatopatía crónica, posthepatitis C, entre otras”, puntualizó el especialista. ¡Atención! La macrobiótica no prohíbe ningún tipo de alimentos; los expertos aconsejan cocinarlos y masticarlos correctamente; comer con moderación, hacerlo en horarios establecidos y priorizar su calidad antes que la cantidad a ingerir.

¿Milagrosa o verdaderamente efectiva?

A pesar de que los orígenes teóricos parten de las antiguas civilizaciones del Oriente, la macrobiótica llegó a nuestro país a finales de los años 90 del siglo pasado.

Un informe presentado por el Instituto Finlay al XVI Fórum de Ciencia y Técnica (2006) explica que su desarrollo exitoso comenzó en el año 2000 en ese propio centro a solicitud del Ministerio de Salud Pública y bajo la asesoría permanente de la Asociación Internacional Un Punto Macrobiótico, de Italia.

También destacaron los resultados clínicos positivos en cuanto a la disminución de la sintomatología referida antes de comenzar la dieta macrobiótica, el abandono total o parcial del consumo de medicamentos, el aumento de la autoestima y la mejora de la calidad de vida.

El estudio indicó una reducción de los padecimientos en el 80 % de quienes participaron en el ensayo (la mayoría niños), más de la mitad eliminó el consumo de fármacos y todos concluyeron la estadía hospitalaria.

Según el doctor Vladimir Ruiz, es importante que este tipo de nutrición cobre auge en el país, dado el impacto de las enfermedades crónicas no transmisibles en el estado de salud de la población cubana. “Con este régimen alimentario las enfermedades crónicas no desaparecen, se vuelven silenciosas y no preocupan”.

“Pasé un curso con los médicos italianos y cubanos para prepararme, aprender las cualidades de los alimentos y cómo elaborarlos y consumirlos. Comencé esa dieta desde hace cinco años, debido a la diabetes y la alergia (a los medicamentos) y realmente me va muy bien”, reveló José Ignacio Frade.

Explicó que en ocasiones es difícil conseguir los productos para ese tipo de comidas, y que además de los que se venden en el departamento comercial del propio instituto (las más especializadas entre ellos el arroz integral) siempre anda buscando verduras, aunque algunas hojas no sean agradables al paladar como las de la achicoria, que se consigue en los organopónicos.

El cuerpo humano es un reloj biológico y va funcionando en dependencia de sus necesidades y la forma en que lo abasteces. Tentadora resulta la idea entonces de variar y darle un giro vertiginoso a nuestros saberes culinarios.

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