Atrapar de un solo vistazo a la bahía de bolsa de Santiago de Cuba y a las montañas que descienden hasta besarla no será más un deseo reprimido para quienes desanden por la Alameda de la ciudad.
Cada uno de los muchos parapetos que impedían la contemplación de ese amorío entre tierra y mar fueron derrumbados y ahora, con una singular desnudez, el llamado paseo marítimo se muestra seductor en cada uno de sus tramos, aún cuando las labores constructivas no concluyen sino hasta el primero de julio, como regalo a los 500 años de la fundación de la otrora villa de Santiago de Cuba (25 de julio).
Un malecón de 470 metros de largo, parques infantiles, gimnasio biosaludable, chanchas deportivas, un restaurante que se ancla sobre el mar sostenido en pilotes de concreto, surtidores de agua, luminarias, bancos, papeleras, jardineras… van delineándose con el liderazgo de la Oficina del Conservador de la Ciudad, el concurso de numerosas empresas y la participación de cientos de santiagueros, quienes disfrutan de una nueva conquista que los ufana: tener malecón.
Acerca del autor
Periodista cubana. Máster en Ciencias de la Comunicación. Profesora Auxiliar de la Universidad de Oriente. Guionista de radio y televisión.