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El aire de la libertad

“Ya estamos en la calle. No  recuerdo si fuimos hasta la  Dirección del Penal a pie o  en ómnibus. En la dirección hacen  los trámites pertinentes y firmamos  el acta de salida. Nos encontramos  con Fidel y Raúl, salimos, bajamos  los escalones del edificio de la Dirección:  uno, dos, tres, cuatro…  Al bajar 20, ya en la calle, siento  mareo, pues la brisa que corre ese  día, al darme en el rostro mientras  respiro fuerte, me ha mareado. Levanto  una mano, en la otra llevo la  maleta, como antes hizo Fidel saludando.  Tomo el aire varias veces y  me repongo. Es el aire de la libertad  tan fuerte que se lucha para lograrla  o por ella se muere”.

Tales fueron las impresiones de  uno de los protagonistas del asalto  al cuartel Moncada, Juan Almeida,  sobre aquel 15 de mayo de  1955, cuando los jóvenes que dos  años atrás habían tomado parte en  las acciones del 26 de Julio vieron  abiertas las rejas de la prisión en  virtud de una amnistía arrancada  a la dictadura de Fulgencio Batista  por la presión popular.

Una foto plasmó para siempre  ese momento que resultaría decisivo  para el curso ulterior de la historia  patria. La nueva vanguardia revolucionaria  estaba libre, dispuesta a  recomenzar la batalla.

No iba a ser una tarea fácil.  Durante la reclusión se fraguaron  planes para el asesinato de Fidel y  un día antes de su excarcelación el  periódico La Calle denunció en un  titular que querían matarlo.

La lucha por la amnistía la había  iniciado un grupo de familiares  y amigos de los combatientes. El  primer documento reclamando su  liberación y la de todos los presos  políticos circuló de mano en mano,  mimeografiado o enviado por correo  la víspera del Día de las Madres, y  fue dirigido a las de toda Cuba. Lo  suscribieron las progenitoras de Ernesto  Tizol, Juan Almeida, Pedro  Miret y Jesús Montané.

La organización Madres Cubanas,  que promovió el texto, se  transformó después en Comité de  Familiares Pro Amnistía de los Presos  Políticos, el cual tuvo su génesis  en la otrora Isla de Pinos, hoy  Isla de la Juventud, y fue promotor  de una formidable campaña que  reunió a centenares de personas  de todo el país. Otro importante  centro de esta labor fue la humilde  casa de madera de la familia Almeida  Bosque en la barriada habanera  de Poey.

En un documento publicado en la  revista Bohemia en marzo de 1955,  Fidel se refirió al interés de una inmensa  parte de la ciudadanía a favor  de su libertad y la de sus compañeros,  nacida del sentido innato de  la justicia, pero igualmente alertó  de que alrededor de ese sentimiento  se había levantado una orgía de  demagogia, hipocresía, oportunismo  y mala fe, y mencionó un hecho  significativo: en una entrevista de  prensa en Santiago de Cuba el dictador  declaró que no existía opinión  pública a favor de los moncadistas y  días después el pueblo oriental realizaba  la más grande movilización  de la campaña según los cronistas,  clamando por su libertad.

Ante las manipulaciones de la  tiranía para lograr compromisos a  cambio de la excarcelación, en ese  mismo texto el jefe de las acciones  del 26 de Julio señaló: “No queremos  amnistía al precio de la deshonra. No  pasaremos bajo las horcas caudinas  de opresores innobles. ¡Mil años de  cárcel antes que la humillación!  ¡Mil años de cárcel antes que el  sacrificio del decoro! Lo proclamamos  serenamente sin temor ni  odio”.

El tirano se vio obligado finalmente  a ceder ante el reclamo popular.

Al amanecer del 16 de mayo la  habitual tranquilidad del puerto  pesquero de Batabanó se quebró por  la presencia de una multitud. En la  recién llegada motonave El Pinero  arribaba a la isla grande Fidel. Allí  declaró a un periodista:

“Cuando el régimen quiso convertir  la amnistía en instrumento  de humillación para sus adversarios  con exigencias deshonrosas, dijimos  terminantemente que los presos políticos  no aceptábamos la libertad a  base de condiciones previas. Planteada  en estos términos la cuestión,  la disyuntiva era negar tajantemente  la amnistía o concederla sin condiciones  de ninguna clase. La asombrosa  presión de la opinión pública  y de la prensa cubana nos abrió al  fin las puertas de las prisiones sin  condiciones vergonzosas. Ha sido  esta la gran victoria del pueblo en  los últimos tres años”.

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